6. DIMINISHING RETURNS (ACTIVACION DE UN RECUERDO)

ENERO. 2025.
Voy a intentar describir y analizar uno de los mecanismos que me lleva a escuchar un disco en pleno 2025. Aunque supongo que el proceso habrá sido similar en otros momentos de mi vida, voy a centrarme en el aquí y ahora. Todo esto empezó en algún momento de 2018 cuando una banda llamada GODZILLIONAIRE, que acababa de publicar su debut, llegó a un grupo de whatsap repleto de melómanos. Su portada no aparecía en la BIBLIA, dónde sigue sin existir a día de hoy. Tampoco hizo acto de presencia en ese contenedor o base de datos llamado ALBUM OF THE YEAR. Los algoritmos de SPOTIFY y TIDAL también lo ignoraron. Incluso yo, tras ver la portada, decidí ignorarlos…
Todo cambió cuando alguien dio un nombre y, acto y seguido, de una banda… MARK HENNESSY… GODZILLIONAIRE es su banda actual… canta y escribe las canciones… HENNESSY fue la voz de otra banda en los 90… PAW… un nombre que le dice poco o nada a la grandísima mayoría… pero PAW es como una especie de latido cósmico para quien escribe. Un sobrecogimiento en la fuerza solo apto para JEDIS muy JEDIS. Corrí a ver qué se decía en internet sobre aquella banda. Poca cosa. HENNESSY estaba allí. Poco más. Poco más se dice aún hoy.
No voy a mentir a nadie. No recuerdo demasiado el debut de GODZILLIONAIRE titulado SMALL CHANGE. Su portada me es familiar, eso sí. Lo escuché seguro. Como también escuche NEGATIVE BALANCE, el segundo larga duración de la banda, en 2020. Tampoco lo recuerdo. Pero eso sí, puedo dar por seguro que esas dos publicaciones y la presencia de HENNESSY me hicieron recordar y recuperar la figura de PAW.
PAW es, objetivamente, una banda surgida en 1990 en Lawrence, Kansas. Subjetivamente, es una de las múltiples bandas que lo intentó en los 90 cuando el contrato discográfico era una de las vías más rápidas para escapar de cualquier agujero de EEUU. Objetivamente, Lawrence, Kansas, era un agujero. Subjetivamente, la suerte y la promoción crearon para mí uno de los recuerdos más duraderos de aquella época que, para un servidor, fue una época estimulante repleta de recuerdos duraderos.
PAW. DRAGLINE. 1993. Una portada. Una imagen costumbrista sacada de un pasado lejano. Una estampa, un perro de caza blanco con dos manchones y orejas negras y un chico de unos 11 años que sujeta una escopeta mientras mira al suelo. En la mitad de un campo. Blanco y negro. PAW en rojo. DRAGLINE en amarillo.
WILD CARD. Cinta de caset promocional lanzado en el Estado junto a alguna revista heavy de la época. Forro de preescolar para envolver la revista. Dentro bailan en el caos diferentes naranjas, amarillos y verdes. Tres nombres en el frente del estuche. PAW. MONSTER MAGNET. HAMMERBOX. Más datos en el dorso. Cada banda ponía una canción extraída de uno de sus discos. En aquel momento, dos años más tarde de mi llegada la mundo de los discos y las guitarras, desconocíamos qué discos eran o qué lugar ocupaban en el itinerario vital de cada banda. PAW ponía JESSIE. HAMMERBOX, NUMB. MONSTER MAGNET, TWIN EARTH. Los tres mismos temas en el mismo orden por la cara A y la B de la cinta. JESSIE se quedó grabado con fuego en mi mente. HAMMERBOX cayó en el olvido. Desconozco si los he llegado a escuchar alguna vez. MONSTER MAGNET entraron en mi vida años más tarde cuando publicaron ese denso colocón titulado DOPES TO INFINITY.
JESSIE empieza con un ritmo de batería que tras cinco segundo da pie a un riff simple y sin artificios que en apenas diez segundos ya ha servido de presentación. PAW suenan cercanos al sonido SEATTLE. Densos. Gruesos. Crujientes. Descacharrados. La voz contribuye a que nos sintamos en un espacio controlado. Hay algo de EDDIE VEDDER. También algo de KURT COBAIN. Quizá algo de SCOTT WEILAND. Bien pudiera ser un cantante de hardcore.
36 segundos de tarjeta de presentación para dejarnos claro que PAW son para nosotros y nosotras, la juventud de la era GRUNGE. No en vano, eligen el camino más corto para llegar a nuestros dormitorios: el del plástico a modo de precinto de una revista de metal con una cinta dentro. En 1993 seguro, como también antes o después, el dormitorio es el único espacio en el que un quinceañero es rey de un espacio. El dormitorio de nuestra juventud es, era y será una ventana al exterior a través de un viaje a nuestro mundo interior. El dormitorio juvenil es un recinto seguramente ideado a golpes por el capitalismo para convencernos de las bondades de la propiedad privada a través del enfrentamiento generacional con nuestros propios progenitores.
36 segundos que no dicen absolutamente nada porque todo se dice en cuanto entra el estribillo al que llegamos de forma abrupta. Marca de la época. Los acordes se vuelven melancólicos y ejercen de colchón para que la voz de HENNESSY nos envuelva. Pensándolo bien ahora, JESSIE oculta un mecanismo maravillosamente maquiavélico gracias a ese estribillo y a toda la ternura que transmite esa combinación de guitarras y voz activadoras del recuerdo. Porque JESSIE se convirtió en un recuerdo y JESSIE se auto activa como un recuerdo en apenas 50 segundos de música.
Ese contraste entre la furia y la calma, tensa, era un truco tremendamente manido desde los tiempos de PIXIES inteligentemente aprovechado por NIRVANA en 1991. Probablemente sea el sello de presentación de toda una era. Solo que en JESSIE había más cosas… completamente invisibles con 16 años pero perfectamente recibidas a lo largo de los años.
El estribillo de JESSIE escondía alma campestre, un arpegio alrededor de una hoguera, la tímida incursión de algo parecido a una STEEL GUITAR, que quizá no lo sea pero, al menos, la evoca. Y vuelta a la agresión generacional y, como en la gimnasia deportiva en las olimpiadas, cuando más embobados estamos con las peripecias físicas de la atleta y ésta ataca una pirueta dramática que enumera todas esas cosas que solo podremos hacer en sueños despiertos para caer de pie con una sonrisa y, acto y seguido, marchar triunfalmente a los brazos de su entrenadora, PAW deciden acabar JESSIE sumidos en un final con el drama elevado al infinito emparentado a otros finales de la época como el de, por ejemplo, JEREMY de PEARL JAM.
PAW ya tenía toda mi atención. Y así, PAW se auto activa como un recuerdo en el mismo momento en el que yo leo MARK HENNESSY y corro a por mi cinta de WILD CARD y mis discos de PAW para recordar esa preciosa casualidad capitalista que quiso que mi amigo EGOITZ acompañase a alguien al aeropuerto y allí comprase una revista de música sospecho que porque regalaba una casete. Que la llevase a mi casa y que aquel perro de caza, aquella escopeta y aquel chaval, aquella foto, se convirtiese en un recuerdo visual, sonoro y en un instantáneo giro nostálgico.
Todo esto dio pie a una travesía por el desierto que solo pudo ser subsanada muchos años después cuando en 2000, en mi primera visita al Reino Unido, pude pedir el CD de DRAGLINE en un VIRGIN MEGASTORE de Brighton que, a su vez, lo pidió a uno de Edimburgo para que llegase dos días después. Pero, por favor, quedémonos en la travesía por el desierto. Una aventura dramática difícil de explicar hoy en día. Aún así, escojo morir en el intento.
Escuchar una canción, una melodía, llegar a memorizarla sin llegar a conocer el nombre del artista o la bandas tras la obra es un acontecimiento cruel. Lo cierto es que hoy en día con relativamente muy poco es posible llegar a conocer el título de una canción y, por lo tanto, el nombre de su interprete, saber quién la escribió… Con un verso, una palabra que se repite varias veces, con el género binario de quien cante… internet y zas.
En 1993 la historia era bastante diferente. Tener el nombre de la banda y del disco correspondiente era infinitamente más cruel. Al menos, en mi universo provinciano de escaso medios económicos, conocer un disco solo significaba poder tener el objetivo de obtenerlo en un futuro hipotético pero nunca necesariamente de tenerlo. Existía, al menos en mí, un temor que voy a bautizar 33 años después como EL TEMOR A NO TENER UN DISCO EN LA VIDA.
De nuevo, en mi universo, era la única persona que conocía a PAW. No fue hasta un par de años más tarde, cuando V metió el POPULAR 1 en mi vida, cuando supe que, al menos había quien recordaba el disco. No solo eso, en 1995 PAW publicó DEATH TO TRAITORS y las críticas de la época decían que estaba a la altura de DRAGLINE. Eso, si no era directamente mejor.
Mejor o peor, DEATH TO TRAITORS ahondaba en todo aquello que se apuntaba en el estribillo de JESSIE. Abordaba la idea de que existía un lugar entre el GRUNGE y NEIL YOUNG. Y bien, DEATH TO TRAITORS pasó a ser otro disco que NO IBA A TENER EN MI VIDA. Al igual que DRAGLINE.
No todo era así de exasperante. Recuerdo que en una vuelta del instituto conseguí el IV de LED ZEPPELIN de casualidad. También que cuando WARNER apostó por BIOHAZARD a nivel mundial con STATE OF THE WORLD ADRESS pude comprarlo al de escasos días de su lanzamiento. Pero en líneas generales, en mi mundo no se encargaban discos ni apenas se viajaba en avión. De esta forma, tener una remota posibilidad de conseguir esos dos discos de PAW era directamente imposible. Esos dos discos, el ASTRO CREEP: 2000 SONGS OF LOVE, DESTRUCTION AND OTHER SYNTHETIC DELUSIONS OF THE ELECTRIC HEAD y el DOPES TO INFINITY de MONSTER MAGNET. Todos de 1995.
Todo era tan desesperado que recuerdo que en una ocasión vi a un desconocido por la calle en Bilbao y le pedí que me dejase, por favor, echar un vistazo a un CD de BLIND GUARDIAN que llegué a pensar que iba a ser imposible de conseguir. Lo cierto es que no sé bien de dónde sacaba aquellas ideas. Supongo que eran fruto de la experiencia y tengo claro que nacían y morían en mí y que las convertía en verdad absoluta casi al instante.
De acuerdo. Nada fue del todo así. Compré aquel CD de BLIND GUARDIAN semanas más tarde y tras esperar demasiado tiempo a que llegasen a EL TUBO, revista en la que escribía por aquel entonces, las copias promocionales de los discos de WHITE ZOMBIE y MONSTER MAGNET, descubrí DISCOPLAY y me compré el ASTRO CREEP: 2000 SONGS OF LOVE, DESTRUCTION AND OTHER SYNTHETIC DELUSIONS OF THE ELECTRIC HEAD en cinta. DOPES TO INFINITY se haría esperar algo más.
Supongo que si hubiera encargado aquellos discos en POWER RECORDS los hubiese tenido mucho antes pero se daban dos hechos que me alejaban de aquella posibilidad. Uno era fortuito y el otro forzado. El primero, mi economía de quinceañero de familia económicamente castigada. El segundo, que una especie de fantasía sobre la búsqueda, la suerte, el instinto, la épica, siempre la épica, o el drama, hacían que mi primera y única opción pasase por encontrar los discos en una tienda. O conseguirlos a través de alguien.
Y así todo, no hubiese conseguido los dos discos largos de PAW ni encargándolos. Nadie me los hubiese traído. En realidad, nadie me los trajo. Años más tarde, una tienda que estaba enfrente del VIRGIN MEGASTORE de MAX CENTER me aseguró que podían conseguirme el EP póstumo de la banda titulado HOME IS A STRANGE PLACE. Lo hicieron. Lo hicieron tantos meses más tarde que yo ya había conseguido DRAGLINE en Brighton. DEATH TO TRAITORS estaba descatalogado incluso en el REINO UNIDO. Nunca iba a conseguir ese disco. Pero lo conseguí, a medias, tras la explosión de internet y las grabadoras de CD allá por 2002.
FERNANDO URKIAGA, uno de esos amigos fugaces que entró fuerte en mi vida y que desapareció para siempre pocos años más tarde, tenía un bar heavy llamado METAL ATTACK. También tenía una extensa colección de discos y gracias a él y a mí primer sueldo serio me hice, de golpe, con SIXES, SEVENS & NINES, de JUNKYARD, y DEATH TO TRAITORS… grabados… en CD… nunca iba a tener aquellos discos.
Hasta que en 2009 o 2010, Vanessa y Gonzalo viajaron a Japón y me trajeron una copia original en CD de DEATH TO TRAITORS… y otra del DRAGLINE porque en algún momento le dejé mi copia al amigo de un amigo y años más tarde, cuando fui a ponerlo, la caja estaba vacía. Tardé más años en recuperarlo. Así que, al final, logré cerrar la discografía entera de PAW. Con copias repetidas. Hoy incluso tengo DRAGLINE en vinilo.
Todo este viaje, no solo con estos discos, basándome en una absurda adoración por el formato físico. Por la consecución de un logro. La superación de una gesta. El abrazo de la propiedad privada a pequeña escala. Aunque propiedad y privada sean dos palabras que me resultan perversas por separado e infernales cuando van unidas.
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