A. A. Williams "Forever Blue"
Lo que crece envuelto en la tristeza.
Fuera, el día, su luz, el otoño y el ánimo decaen detrás de la ventana. Mientras, dentro, pese a que las luces estén apagadas, una incandescente hoguera virtual sirve de incineradora emocional. Los deseos, las pérdidas, los recuerdos y el oscuro futuro sirven de comburente. Una manta sobre las rodillas y la esperanza de que las cuatro efímeras paredes de tu vivienda te protejan de la realidad son tus únicas compañeras antes de apretar el play en el equipo hifi. Fue un error tremendo no comprar la edición en vinilo. Otro pensamiento para avivar el fuego.
Suena "All I Asked For (Was To End It All)", la primera canción de "Forever Blue" el primer larga duración de la compositora londinense A. A. Williams. Piano, violonchelo y voz. Un poema sonoro que nace en la quietud, dentro del alma, tras un cristal que suda tristeza y por el que las gotas se despiden del vidrio mientras se desprenden hacia el suelo. Así es la gravedad, así es el paso del tiempo. Si fuese otra persona podría intentar ayudarme a mí misma.
Williams concibe la canción como un desafío piramidal, como algo que solo sube, que siempre sube. La canción es para Williams una suerte de crescendo. Lo que nace en la quietud muere tras la tormenta. Emoción, épica, distorsión y garganta son los componentes que mejor maneja. En su cabeza, el ritmo es un compás que no se altera. El camino es siempre recto, pausado. El peso, la violencia emocional y el llanto se suman desde un planteamiento etéreo. Cabe volver a hacer hincapié en este detalle: cada composición de Williams es una oda al desenlace tras el éxtasis y para llegar a esa vibrante cima, precisa de intensidad pero jamás de velocidad o fuerza. Es así como la londinense logra el hito de lograr peso, volumen e intensidad sin ruido. Solo con emoción.
"Melt", el segundo corte de "Forever Blue", es un claro ejemplo de todo esto. Empezar con poco, añadir empeño para escalar hasta estallar en la cima, allá donde la música clásica, el folk oscuro, la mordiente del post rock y la tristeza se unen para sobrecoger y encerrar el corazón en un puño. Por el mismo camino aparente transita "Dirt", otra de las composiciones capitales del álbum. Es ésta una crítica que se podría establecer en torno al ejercicio de Williams: repite el esquema-desarrollo de empezar abajo para terminar tras la tormenta. Sería válida si la londinense no encontrase la vía para emocionar y sorprender en cada intento. "Dirt" es una nueva pieza acústica, sencilla y desnuda en la que los arreglos vienen, como siempre, del irreductible subconsciente clásico de Williams. Es, probablemente, en el tercer corte, otra vez la misma jugada. Pero aparece la aportación vocal de Tom Flemming (ex Wild Beasts) y la balada rompe por completo cualquier esquema sospechoso. Un acierto más. Otro.
"Fearless" cerraría una primera cara virtual, debería mirar cuánto cuesta la versión en vinilo, y, aparentemente, continúa desarrollando la misma jugada. Arpegio hipnótico, piano, voz y escasos arreglos. Calma absoluta hasta que alcanza una inesperada tormenta que puede suponer la única concesión al ruido del disco, sin ser un momento especialmente ruidoso. Lo cierto es que Williams cree necesario, con buen criterio, que su balada oscura clásica puede desembocar en un dueto con su voz al frente y la voz gutural de Johannes Persson (Cult Of Luna), al fondo. Jugando al contraste entre la bella y la bestia. Otro corte maravilloso, otra preciosa calma tras otra arrebatadora tormenta. "Glimmer" sería otra suerte de power ballad gótica en la que Williams vuelve a buscar el equilibrio con una voz masculina, esta vez la de Fredrik Kihlberg (Cult Of Luna).
"Love and Pain" y "Wait", con sus peculiaridades, siguen la tesis de la que Williams se sirve para impregnar todas sus composiciones de magia, oscuridad y belleza. "I'm Fine", la cinematográfica despedida que invita a fundir al negro tras sus últimas notas, vuelve a jugar con el contraste pero esta vez en el plano literario. Aquí, Williams, insiste en estar bien pese a estar asustada y sola y ser incapaz de soportarlo.
A lo largo de "Forever Blue" A. A. Williams juega con la colisión de mundos aparentemente distantes. Crea como una songwriter folk, arregla con la mente puesta en la música clásica en la que se formó y explora las fronteras entre todo eso y el doom metal más melódico y el post rock y post metal más cálido. Esa es su virtud, partir de un sitio para llegar a otro muy lejano sin que apenas se note la traslación aunque emocionalmente sea clara y rotunda. Williams cuenta que cuando era una quinceañera descubrió a Deftones. Cabe pensar que ya desde entonces quedase atrapada en las redes del balance entre el susurro y la agresión de los californianos. La riqueza de la londinense radica en que ha logrado desarrollar la misma idea entre el contraste de fuerza y emoción sin recurrir a efectismos simplistas. Y toca valorar eso, esa capacidad innata para crear ambientes tormentosos sin cambiar de ritmo ni de plano sonoro.
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