JACK INGRAM. Ida y vuelta al infierno.
La representación gráfica de la historia de los artistas de Texas en la actualidad es una curva. Comienzan en un pequeño sello o con lanzamientos independientes, dándole fuerte al honky tonk en la región de Texoma, colindante con el estado de Oklahoma, pillando oportunidades en los festivales regionales y reuniendo una fuerte base de fans. Más adelante, para seguir creciendo, se ponen unas mechas en el pelo y se van a Nashville, participan en unas sesiones de composición con profesionales como los que nunca habían trabajado antes, y por supuesto discuten con algún productor como buenos tercos bastardos de Texas. Y después de unos pocos singles y álbumes blandos que no los hacen demasiado ricos, y mientras la gente en Texas los llama "vendidos", son sumariamente eliminados del gran sello y regresan a casa.
Jack Ingram lleva unos años de ventaja a la curva porque comenzó un poco antes que algunos de los otros grandes nombres de la escena de Texas. Y al igual que Pat Green, que siguió una trayectoria similar, Jack se ha tomado siete años tras ser repudiado por un gran sello de Nashville, y ahora está de vuelta haciendo lo que le da la gana, escribiendo canciones con amigos, cantando acerca de las cosas que significan algo para él y hablando de sus experiencias, disfrutando de la vida de esa forma que hace del country de la región una música cálida y auténtica.
Midnight Motel es un disco curioso. Hay pistas donde dejan la broma del estudio sin censura en el principio o el final de una canción, capturando algún momento divertido o alguna otra cosa que el productor o intérprete decidió que debía incluirse. Hay momentos donde parece superfluo y quieres que empiece la canción. Sin embargo, en otros casos es absolutamente consustancial al espíritu del disco, y esencial para la canción. Es como Jack Ingram hubiese deseado que todo el mundo supiera que ya no le importa una mierda “conseguirlo” en la música, o ganar dinero con ella. Si hace dinero de ahora en adelante, se hará en sus propios términos. Y si alguien tiene dudas tras escuchar algunas de las cosas que publicó en Big Machine, Ingram te cuela conversaciones entre canciones en una clara demostración de un producto que jamás vería la luz en la gran industria de Nashville.
Las composiciones de Midnight Motel son buenas, muchas de ellas brillantes, ya sean firmadas por Ingram o por él junto a gente como Lori McKenna, Mando Sáenz, Will Kimbrough o Liz Rose. "Old Motel" comienza con ruido de estudio, y transita a lomos de la voz relajada de Ingram y un interminable y simple riff de guitarra que se repite durante seis minutos. Y la primera canción se revela más adelante como perfecta manera de comenzar un álbum como este. Midnight Motel no es sólo un álbum, es una experiencia. Muchos artistas intentan hacer esto que Jack Ingram, el productor Jon Randall, y su Beat Up Ford Band han logrado aquí. Hay canciones geniales, y momentos aún mejores. Hay una canción llamada “Blaine’s Ferris Wheel", que versa sobre un promotor de conciertos en San Angelo, que comienza con Jack contando una larga historia sobre Blaine y cómo contrató una vez a Merle Haggard. La historia contada tiene altibajos, pero cuando llega la canción justo después de escuchar la historia, se convierte en una obra maestra donde cada giro de la historia es fascinante. Hay que tener mucha habilidad para hacer algo así. Una canción como "Blaine’s Ferris Wheel " sería como una broma privada sin la historia que hay detrás, nadie la comprendería. Así que Ingram dice “mierda, pongámoslo en el disco”, y lo saca. Hay una versión del disco sin la broma, ideal como posavasos. Pero los discos hay que escucharlos como los artistas los han concebido; nada de ediciones recortadas para las masas. "Blaine’s Ferris Wheel” es una gran canción, pero es la introducción hablada de cuatro minutos la que ofrece una narración perspicaz difícil de encontrar en la música moderna. "Hay que poder contar las historias detrás de las canciones", dice. "Quiero dar a la gente algo que no sabían que querían. Esa canción es una buena canción por sí sola, pero fui capaz de darle a una canción melancólica un tipo diferente de vida, configurándola de ese modo”. Y "Blaine's Ferris Wheel" podría no ser la mejor canción en el álbum: hay dos canciones hermanas, de lirismo prodigioso, que exponen las lecciones de la vida que Jack ha acumulado a través del arco de su carrera musical. Así, “Nothing to fix" dice:
No intentes vender lo que no comprarías / Irás al infierno por decir una mentira // No escribas una canción que no quieres cantar / Lo malo es todo.
Mientras “What’s a boy to do” insiste: No tengas nada en tu vida que no puedas dejar / No te vayas solo para dar la vuelta // No vendas lo que no comprarías / No pretendas saber sólo para preguntarte por qué.
Aunque las dos canciones parecen abordar dos temas independientes, al juntarlas se consigue algo mayor que sus partes por separado, al igual que la historia y la canción de "Blaine's Ferris Wheel." Jack Ingram no se ha tomado siete años para sacar un disco, sino para sacarlo bien: todo lo que pasa aquí tiene un motivo, Midnight Motel está entrelazado de una manera muy honda. Es un disco pensado y entregado con amor. Y tras sucesivas escuchas, siempre con cascos y en soledad, aun me queda la sensación de que Midnight Motel todavía tiene surcos que aun he de desentrañar, y que sólo va a mejorar con el tiempo. Quién sabe, quizá sea también un gran disco de carretera, como los grandes discos de country y rock americano de finales de los 90, a los que tan poderosamente me recuerda. Veo al mejor Petty, al mejor Hiatt, al gran Steve Earle de los años mágicos del 96 al 2000 transitar por aquí. Sin embargo, Ingram no se ha convertido en un maestro zen musical distante, nocturno y esotérico, sino que va persiguiendo algo sencillo. Ingram puede ser un refugiado de la música, pero también le pega a la botella, y publicita en “I feel like drinking tonight” y en “I’m Drinking Through It”, dos canciones tan directas como los títulos que las presiden. Jack no exige demasiado a su banda en este álbum, hay varias canciones acústicas, y otras bastante desnudas; sin embargo, todo suena redondo y vivo.
Ingram dice en las notas del disco: "Todas estas canciones fueron escritas, trabajadas, iniciadas, terminadas, perdidas o encontradas y grabadas alrededor de la medianoche y dentro y fuera de algún motel en la carretera. Hicimos este disco tocando juntos en una sola habitación... Nos podíamos ver sin mirar a través de las paredes de vidrio. Un grupo de músicos que escuchan y tocan las canciones con la única intención de dar a la música lo que necesita para convertirse en algo que valga la pena regalar”. 9
Manuel L. SACRISTÁN
Para ser justos, su lanzamiento de 2009 "Big Dreams & High Hopes" era un buen álbum, aunque lastrado por una producción demasiado impecable. El álbum contenía el considerable éxito "Barefoot and Crazy", así como "Seeing Stars", un magnífico dúo con Patty Griffin que le valió otra nominación al ACM, y la canción que titulaba el álbum, junto con el canto patriótico “That’s a man” conformaban un puñado de canciones bastante potentes. Pero el disco, con un solo single de impacto en la radio, no cumplió con las expectativas comerciales del sello, en auge gracias a las históricas ventas de la Taylor Swift “pre-pop”, esa que hacía algo parecido al country. En 2011, Ingram volvió a las calles como artista independiente tras una separación “amistosa” de Big Machine. Pasarían varios años hasta volver al estudio.
El eternamente gestado "Midnight Motel" apareció en agosto de 2016, y el largo camino transcurrido era sólo parte del plan. Ingram necesitaba crear cierta distancia entre lo que había hecho y lo que se disponía a hacer. Necesitaba tomar un respiro y pensar en cómo cambiar ciertos engranajes.
"Cuando estás en el mundo del country pop, tienes que concentrarte y sonar de la misma manera durante demasiado tiempo. Pero necesitaba tiempo para lanzar un álbum como "Midnight Motel". No das un giro brusco a la izquierda cuando vas conduciendo a 150 kilómetros por hora; tienes que averiguar cómo dar ese giro de manera adecuada, y necesitaba tiempo para entender qué clase de artista quería ser realmente". Es, por tanto, un corte de mangas premeditado, casi alevoso. Creedme: hay un montón de artistas que fracasan en su intento de reinar en el mainstream y lo siguen intentando con una insistencia rayana en lo surrealista. A veces, es más valiente dar un paso al lado que uno brusco hacia atrás.
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Jack Ingram estuvo en septiembre del año pasado, nada más lanzar su primer álbum en más de siete años, en una sesión de grabación con Steve Earle, reuniéndose con la leyenda que produjo el álbum que puso un Ingram en el mapa de la música country, "Livin' or Dyin'", en 1997.
“¡Oh, no somos amigos!”, aclara. “Siempre ha sido más una especie de mentor. Cuando le conocí, él producía mi primer disco y yo no sabía lo que hacía. Sólo sabía que quería saltar al agua, pero no sabía nadar. Tenía veintitantos años, y sólo observaba fervientemente, casi en estado de pánico. Estaba buscando cualquier pista sobre cómo hacer música que tuviera sentido”.
"Livin' or Dyin'" resultó aclamado por la crítica: su mezcla de rock pasional y country clásico demostró que Ingram era algo diferente del creciente grupo de muchachos con gorra de béisbol que llenaban el circuito de clubes de Texas por entonces. El single “Flutter” no pasó del Top 40, pero algo se estaba forjando. Por supuesto, a finales de los años 90 Internet era todavía algo nuevo, y la escena country de Texas (la industria de la música en Texas, para ser más exactos) estaba en pañales. Ingram, Pat Green, Charlie Robison y algunos otros se unían a Robert Earl Keen para representar algo similar a lo que ahora reconocemos como un subgénero insular de música country. Pero para Ingram, labrarse un nombre no implicaba seguir el camino marcado por estaciones de radio alimentadas por la región, los sellos discográficos o aquel bullicioso circuito de festivales.
Ingram, nativo de Texas, recuerda una historia de sus inicios cuando finalmente vio el lado más humano del en apariencia brusco Earle. Ingram estaba en una sesión de fotos, con su esposa, con la que se había casado hacía tres meses, a un lado del escenario, mientras los fotógrafos instruían a una modelo despampanante para que le manoseara. Ingram se encontró con Earle en el estudio más tarde esa tarde y le preguntó qué habría hecho él.
“Y me dijo: 'Di sí a todo lo que el sello quiera que hagas, a menos que dañe tu bienestar emocional o tus relaciones, en cuyo caso, cada vez que te lo propongan, di que no'”, recuerda Ingram. “¡Eso no era lo que yo esperaba! Estaba hablando con un proscrito, con el ‘Sr. Copperhead Road’, el Señor ‘He estado en prisión’, Steve Earle. Pero él me estaba dando un mensaje complejo: debía cuidar de mis relaciones, cuidar al sello y tener una columna vertebral estable y aun así hacer de todo. Aquello me enseñó a hacer discos, a estar emocionalmente disponible y también a tener algo de misterio".
Es una lección que ha llevado consigo casi dos décadas después. "Midnight Motel" es el primer disco que Ingram ha grabado de cabo a rabo en sus propios términos. Lo grabó en vivo, incluyendo bromas con compañeros de banda entre las pistas. Ha escrito la clase de música que idolatraba de niño: canciones de bar, country hasta la médula; en su mayor parte, canciones acerca de navegar por las ásperas aguas de las relaciones sentimentales. Puede que no sea lo que la radio quiere, pero es el tipo de música que él quiere oír, y eso es lo único que le importa. Sin embargo, de acuerdo con el consejo de Earle, sólo fue independiente a la hora de grabarlo, no a la hora de comercializar el álbum. Al dejar Big Machine Records después de seis años, Ingram esperó a encajar su idea de "Midnight Motel" en un sello que le permitiese grabarlo a su manera: Rounder Records.
“Mi primer disco salió en cassette”, dice con una risa. “Y cuando empecé, no había ningún tipo de escena en Texas. Antes estaban Willie y Waylon, y tipos como Jerry Jeff Walker y Ray Wylie Hubbard y Robert Earl Keen, y eso fue todo. Había que tocar. Empecé a dar conciertos porque pedí tocar, no porque la gente me estuviera ofreciendo conciertos. Para mí, la escena de la música de Texas siempre ha sido una cosa de rock and roll, o un punk “hazlo tú mismo”, tocar por tocar y patear alguna boca. La mayoría de los tipos como yo no van a ser capaces de ganar The Voice con talento natural, así que hemos tenido que ganarnos a los fans haciendo grandes conciertos y mostrándonos como somos”.
La mayoría de las canciones para este disco fueron escritas entre 2009 y 2014. Grabado en Austin en los Arlyn Studios, Ingram y la tripulación también utilizaron el carísimo Hotel St. Cecilia de al lado como una especie de base de operaciones durante el proceso. Ingram ha empleado durante mucho tiempo la imaginería y el aislamiento del alojamiento en carretera como vehículo para sus canciones. Su serie de vídeos titulada “Acoustic Motel” muestra un escenario adornado como una habitación de motel vintage de carretera con una cama en la que se sienta, y que ha proporcionado el fondo de muchas de sus canciones. “Tenía canciones antiguas que había escrito durante estos años en hoteles y moteles normalmente alrededor de la medianoche”, explica. “Había muchas cosas tamizadas a través de las cenizas de diferentes relaciones de mi pasado de todo tipo, personales, profesionales, todo”. Y este nuevo disco no podría ser más diferente de los dos últimos, tan pulidos. El single del álbum, “I'm Drinking Through It” (completado con un coro profano en la versión del álbum), es una canción más triste de lo que sugiere el alegre ambiente sonoro, e incluso en el video del tema pueden verse varias sonrisas que mutan en muecas de desconcierto e incluso desconsuelo.
Sobre dejar pasar siete años entre álbumes, Ingram admite que “realmente no dejé de grabar. Esperé para decidir con quién lo sacaba, y con quién iba a trabajar, no para sacar un gran hit. Tengo un buen manager, un buen sello, gente buena trabajando en la promoción, toda esa gente que no se ve. Y sabía que si iba a hacer un disco sincero, sólo con mi visión, tenía que tener a la gente adecuada a mi alrededor para obtener la mayor cantidad de exposición, tuviera o no un gran hit en el disco. Me encantan las 11 canciones, así que cuando amo una canción, ya es un éxito. No tiene que tener un número adjunto a ella. Así que hice la música yo mismo, sin influencia de sellos o managers o cosas así. Sólo quería hacer música como mis héroes: Townes Van Zandt, Willie Nelson, Kris Kristofferson, Merle Haggard, Jerry Jeff Walker. . . Siempre estaban hablando ‘por el bien de la canción’. Tú haces esto por el bien de la canción, no por el bien del negocio”.
Sobre el sonido del disco, como si estuviera en un bar de carretera, tocando un show íntimo aunque un poco ruidoso, Ingram afirma que el álbum “fue grabado en vivo pero no delante de una audiencia. Hay errores en él, dejados a propósito. Dejé grabaciones de la banda hablando entre canciones. . . Hay una canción llamada "Blaine’s Ferris Wheel”, y la historia es parte integrante de la canción. Hay un par de canciones en las que me equivoco en la letra. Y me dijeron ‘Oye, tienes que arreglar eso’, y dije que no, porque los discos con los que crecí eran humanos. No fueron filtrados a través de un ordenador. Usamos la tecnología, por supuesto, pero los defectos humanos son algo hermoso, ya sea en una persona o en la música”.
El directo es el gran elemento para Ingram. “Con algo como "I’m drinkin’ through it”, sé que la gente va a corearla en el bar y vamos a vender cervezas. Pero al escribir algo como "Trying" o "Nothing to Fix", no me importa si la gente no las canta, porque las voy a seguir tocando en directo. Cuando Neil Young toca todo su nuevo disco en vivo y la gente se queja de que no toca sus viejos temas, a mí eso me hace feliz. Quiero escuchar cosas nuevas. Como artista, me gustan los riesgos, toco esta canción porque necesito escucharla. Y espero que a los demás les pase lo mismo. Me encanta que la gente piense lo que quiera acerca de mí a través de mi música. Pensé que Jerry Jeff Walker era el rockstar más grande de todo el mundo. Y cuando lo vi tocar por primera vez cuando yo tenía 18 años, había 120 personas en la audiencia. Pero para mí, él es tan grande como Mick Jagger. Porque su música es importante para él, y eso es importante para mí. Ese es el tipo de música que quiero hacer”.
"Midnight Motel" es un disco conceptual, en dos aspectos diferentes: sus letras sobre las relaciones humanas y la forma en que las escribió, después de acostar a sus hijos, o en un motel a la medianoche cuando estaba de gira. “Es un disco de esos que escucho en la litera del autobús con mis auriculares. Y me voy a otro mundo. El disco lo planteé profundizando en relaciones problemáticas, pero duraderas. Esas son las relaciones que me interesan, porque si va a durar, vas a tener problemas. No tengo miedo de eso”. Así, en el álbum rinde tributo a los trabajos que de chaval más le inspiraron, como el primer disco de Kris Kristofferson, Red Headed Stranger de Willie Nelson, Viva Terlingua de Jerry Jeff Walker, o el Old No 1 de Guy Clark. “Esos discos me marcaron de por vida”.
Al finalizar "Midnight Motel", la única opinión que importaba era la suya. “Hay cosas en este negocio que se escapan a mi control. Lo único que puedo controlar es mi música, cómo lo hago y cómo me hace sentir al respecto. Pienso que ser egoísta como artista es la única forma de ser el más generoso. Un mensaje auténtico y único es universal, incluso algunas canciones que odio son únicas porque son singulares. Todos conocemos a personas naturalmente dotadas: si puedes lanzar un balón a cien yardas, cantar como Carrie Underwood o escribir como Townes Van Zandt. Yo sabía que iba a tardar mucho en llegar no ya a imitar a mis héroes sino simplemente estar entre ellos. No tengo que ser como mis héroes. He escuchado mis canciones y he sido increíblemente crítico. Y cuando finalmente puedo escribir una canción y decir, “buen trabajo”, ahí quería llegar. No tengo que perseguir a nadie".
"Midnight Motel" se cierra con dos canciones sobre la gratitud, "Can’t get any better tan this" y "All Over Again". Ingram considera justo afirmar que ha tenido tantos éxitos surrealistas como patadas en el culo. “Willie Nelson tenía 42 años cuando tuvo su primer número 1. Siento que hay un largo camino delante de mí. Es un cliché: no conocerás a nadie que al final de su vida te diga que cambiaría las cosas. Siempre dicen que no cambiarían nada, aunque hubieran tenido grandes fracasos junto con increíbles éxitos. Todo vale la pena”.
Este mensaje de agradecimiento es una constante en su legado discográfico. Algunas canciones en su catálogo han servido como cartas a sus tres hijos, ya sea “Measure of a man” o “Big dreams & High Hopes”. "Midnight Motel" equilibra canciones sobre la bebida con lecciones sobre la vida, y en ese sentido la canción más ejemplar es “Nothing to Fix”, cuyo primer verso dice “No intentes vender lo que no comprarías, porque irás al infierno por decir una mentira”. Ingram se habla a sí mismo y les habla a sus hijos. “Es lo que mi padre me hubiera dicho: ¡Si no te gusta, no lo hagas! Elijo estar en la carretera, es difícil estar lejos de casa, así que tengo que creer en lo que estoy haciendo”.
“Lyle Lovett mezclado con Tom Petty mezclado con Tool” es como Jack Ingram explica la segunda mitad de su "Midnight Motel". “De la medianoche al momento nocturno de la metanfetamina”, bromea. Es un disco vulnerable y desnudo que Ingram no teme dejar de vestir o arreglar, ni siente que deba justificar. Ingram quiere que la gente lo ame o lo odie. En su mente, no hay nada peor para un artista que la indiferencia. “El terreno del medio es mi enemigo”, dice. “No me dediqué a la música para eso. Es como si tuviera una cita con el compromiso, me declarase a él y luego le pidiese que dejásemos de quedar si no íbamos a conseguirlo”.
Los héroes proscritos de Ingram y la influencia de Texas están en plena exhibición en el proyecto, lo que ha llevado a compatriotas tejanos como Miranda Lambert, Little Big Town o Matthew McConaughey a twittear su apoyo a Ingram y su álbum. Antes de "Midnight Motel", los fanáticos de la música country se encontraron con Ingram a través de los discos de Big Machine Records "This Is It" y "Big Dreams & High Hopes", aunque su catálogo es más profundo. Él dice que su éxito en Nashville, moderado como mucho, le enseñó una lección importante: “Nunca conectará si no eres auténtico”. Nashville es una industria difícil. Te exigen que suenes de una determinada manera, te sitúan en un mapa, para que te manejes en un elemento, repitiendo clichés. No se permiten salidas de tono ni producciones crudas, el sonido es prístino y las temáticas nunca van a poder generar siquiera un resquicio de polémica. Puede haber discos grabados en Nashville que suenen bien, pero nunca habrá un disco en Nashville que responda por completo al verdadero deseo del artista. Por eso, Ingram tuvo que volver. Y su verdadero yo suena como "Midnight Motel". Él dice que es un álbum conceptual que enmarcó como sus álbumes favoritos de la infancia, el tipo donde había gente hablando o ruido ambiental entre canciones. Él siente que su carrera le obliga a vivir en moteles y siempre quiso estar en un motel con Waylon Jennings. Su álbum es una invitación para que los fans se unan a él en su elemento de inspiración, y su diseño los coloca en la habitación. “Lo dejamos escapar”, dice Ingram con un gesto de alivio. “Estoy cansado de luchar contra algo que sólo está en mi imaginación. No voy a ser nunca otra persona. Puede que no venda nunca 8.000 asientos por noche, pero voy a vender mucho porque la gente cree en mí, no en quien no soy”.
Muchos artistas de Texas son encasillados a los ojos de ciertos puristas del país que se burlan nada más ver sus nombres. Jack Ingram ha pagado las deudas, ha luchado las batallas, ha visto todo lo que había que ver, y ahora puede cantar con esa autoridad. Es fácil para algunos sentarse y jurar que nunca se vendieron, cuando la verdad es que nunca tuvieron la oportunidad porque no son lo suficientemente talentosos o demasiado perezosos. Mientras tanto, Jack Ingram ha visto ambos lados de la moneda, es lo suficientemente valiente como para admitir que bailó con el diablo, pero volvió de una sola pieza para grabar un disco que no sólo justifica cualquier transgresión anterior, sino que está creado a partir de esas lecciones, siendo audaz en el enfoque y articulando las cosas de una manera que pocos discos de 13 canciones pueden lograr.
Ingram sabe que no hay ninguna posibilidad de que pudiera haber grabado un disco como este en un sello importante, y que esa libertad es algo digno de atesorar. “Esa es la belleza de hacer discos por mi cuenta en este momento de mi carrera”, dice. “Puedo hacer lo que yo quiera. Hice mi carrera de la nada, así que no me interesa funcionar según las reglas que otros han escrito”. Y si bien aceptar premios nacionales y tener algún nº 1 puede no ser su futuro inmediato, Ingram está exactamente donde quiere estar. Ya no es un “artista nuevo”, sino que lleva tiempo avanzando, y se ha animado a hacer el tipo de música que sólo él puede hacer. Midnight Motel es una manera importante de volver a emerger, de redimirse en cierto modo, de mostrar lo que es realmente, a qué se dedica. El negocio de la música, su lado más oscuro, jamás podrá derrotar a esta clase de artistas, tan arrogantes y confiados en sí mismos. Esa relajación que te da el hacer lo que te da la gana, sin atenerte a los códigos de un mercado importante.
E Ingram lo sabe mejor que nadie: “No quiero hacer música para todos. Sólo quiero hacer música para la gente que quiera escucharme”.
Manuel L. SACRISTÁN
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