DRIVE-BY TRUCKERS "American Band" (2016)
A Drive-By Truckers le llegó su hora en un momento particularmente difícil. Si no eran los últimos estertores, es posible que estos no acaben por llegar jamás para la maltrecha industria musical, el enfermo empezaba a resoplar a la mínima fatiga. No obstante, DBT, creció a base de un robusto pero sensible ejercicio de rock sureño con claras hechuras indies. El sonido resultante no era exactamente ninguna de las dos cosas, ni southern ni indie, pero sin embargo, algo llevaba de ambos ingredientes.
Tras dos primeros discos que podían haberles dejado donde estaban llegó “Southern Rock Opera” (2001) y su curva de inflexión crujió para comenzar a ascender. La banda se hizo con las riendas de su carrera cuando una carrera ya no era lo que fue, gracias a dos discos excelentes que servían para describir una banda plural en sus personalidades y en sus sonidos. Existía un nexo pero la sobriedad de Mike Cooley, el desgarro íntimo de Patterson Hood y las tempestades épicas de Jason Isbell era impulsos identificables e independientes bajo el cobijo de un mismo nombre. “Decoration Day” (2003) y “The Dirty South” (2004) son tan preciosos como necesarios y efectivos. Fue aquel su punto álgido en cuanto a crítica y público. Luego, como siempre ocurre, la prensa se aburrió y corrió en busca de otras cosas. Y el público trató de autoconvencerse de que lo mejor ya había pasado. Llegaron todavía dos buenos discos de diferente factura. “A Blessing and a Curse” (2006) tenía una inclinación pop en lo matemático: era un disco más conciso, menos musculoso y más orientado a la melodía radiable. No obstante, era un disco notable. Para su siguiente disco, “Brighter than Creations Dark” (2008) Isbell había dejado el barco y su lugar lo ocupaba su ex mujer Shonna Tucker. Otro disco notable aunque picando algo más bajo que trataba de recuperar el músculo y la diversidad pese a la baja de Isbell. El resultado es muy bueno pero si antes los discos de DBT eran apasionantes, aquí podía llegar a resultar excesivo y largo.
La carrera de los DBT de Hood y Cooley entra en un terreno de indefinición y amargor creativo. Probablemente querían ser algo que ya no eran. Es algo que le ocurre a todo, sean personas, objetos sin vida o bandas de rock n’ roll. Y, en pleno 2016, justo cuando quizá ya nadie los esperaba para la cena, hacen una nueva apuesta, buscan un punto intermedio en el que encontrarse y ser, de nuevo ser, una banda de rock con nuevas historias que contar.
“American Band” es una especie de concilio. Hood es más Cooley y Cooley es más Hood y, a su vez, ambos son menos ambos para ser más los DBT de 2016. Las estructuras de las composiciones se simplifican si bien nunca derrocharon. Las guitarras dejan de aullar a la luna para confeccionar una suerte de cortinas contrapuestas que dejan que la luz llegue a nuestros ojos a través de atmósferas y estados de ánimo. Hay temas en los que las líneas de bajo tienen más peso que las guitarras, canciones en las que un ritmo simple es secuestrado del hip hop y ejercicios de respeto a Bruce Springsteen o Rolling Stones. Todo desde un planteamiento simple en lo musical y emotivamente vigoroso en lo literario. La portada del disco difícilmente podía ser más acertada. Ahí está la banda que fue, dentro de los sonidos que fue, con una bandera mate pero colorida en un paisaje mate y grisáceo. Más sobriedad y contención para lo que debería ser la inauguración de una nueva etapa.
No sería justo hablar de unos DBT 2.0 pero sí se podría decir que es este un disco que apunta recuperación. Nunca reciclaje ya que tanto Hood como Cooley se han mirado las tripas para hacer una fructífera autocrítica y han parido un disco sobrio a la par que emotivo, rudo a la par que bello y, en definitiva, sobresaliente. 8,7
Gari HEREÑA
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