THE WALKING DEAD. Reflexiones sobre el capítulo 7x01 (Spoiler) Protocolo estelar del mal.
7x01 The Day Will Come When You Won't Be
El mal tiene mil caras. Y los villanos televisivos, cinematográficos y literarios, también. A menudo los malos son escritos para que resulten atractivos. Para que siembren una disyuntiva moral en quien trata de hacerse con la historia. Así existen gangsters de la ficción, o supervillanos en leotardos, que pese a ser escoria y actuar como escoria, pueden llegar a empatizar con el espectador. También hay otros malvados que nacen de una tradición más clásica del concepto. Personajes que hacen el mal porque es lo que les toca por negocio familiar y con los que no hay que empatizar necesariamente pero rara vez muestran un grado de humanidad o misericordia. Y desde el pasado domingo, la historia tiene un nuevo villano. Quizá el paradigma de lo malvado jamás retratado hasta ahora. Un ser que capta toda la destrucción, injusticia, aleatoriedad, control, humillación, manipulación mental, tortura y desprecio por la vida. Un ser retratado con un manual antropológico de la maldad en una mano y un teclado de un ordenador en la otra. Ha llegado Negan que, en su versión televisiva, da bastante más desazón que en su versión cómic.
Vuelve la séptima temporada de The Walking Dead en el punto justo donde lo dejó la sexta. Tampoco podía ser de otra manera. La historia dejaba a la tribu de Rick capturada por otro grupo mayor y más organizado que respondía a las órdenes de un histriónico líder enfundado en cuero que empuña un bate de baseball cruelmente adornado con alambre de espino. El final de la sexta temporada alumbraba algo que el cómic ya hizo tiempo atrás: uno de los personajes principales de la saga decía adiós cruelmente. Era lógico pues el retorno a un oscuro bosque de otoño con respiración congelada, con el grupo de rodillas y apesadumbrado porque Negan, la nueva y más efectiva reencarnación del mal de la historia, había aplastado el cráneo de uno de los protagonistas hasta hacerlo desaparecer en un charco sangre espesada por sesos y huesos rotos en mil pedazos.
Si bien el cómic apuntaba que Glenn nos diría adiós, los guionistas se tomaron la primera licencia, sorpresiva y eficaz, cuando decidieron cargarse a Abraham. El musculado pelirrojo salido de un capítulo del Equipo A de serie b, si es que la serie de los 80 no era serie b reconvertida a mainstream, había recibido más atención y desarrollo en tv que en viñeta y su pérdida parece importante. La cuestión es que minutos más tarde el equipo de guionistas recupera la idea original y es Glenn quien, de la misma forma, dice adiós al mundo de los caminantes.
Esta vez sí, Glenn nos dice adiós para siempre...
Entra el capítulo en una fase sicológica en la que Negan articula un protocolo estelar del mal encaminado a someter por completo la voluntad de un Rick rebelde por naturaleza y superiviente moralista hasta la médula. Al aparentemente inconexo catálogo de perrerías, Negan suma una imbatible verborrea que se centra más en lo fotográfico y en la derrota mental de su adversario que en un discurso político. Aunque, como siempre con esta serie, lo que subyace bajo el derrumbe que busca Negan es fascismo puro y duro. Imposición de la fuerza y el terror mediante la capitalización y el monopolio de la violencia. Un fascismo, encubierto bajo una pátina moralista, al que en numerosas ocasiones ha recurrido Rick para apuntalar su supuesto para unos y necesario para otros discurso sobre la supervivencia.
Así, Rick, sometido a una presión espectacularmente diseñada por uno de los personajes más oscuros e incontrolables de la historia de la televisión, acaba aceptando convertirse en poco menos que una sucursal plegada a las voluntades de la empresa madre. Un bonito giro en el guión que convertirá al grupo de Rick en un grupo recolector obligado a pagar un importante tributo al líder supremo. Una situación que, irremediablemente, acabará resucitando la idea de una nueva/vieja revolución contra el tirano. O contra el tirano desprovisto de toda humanidad. O, simplemente, contra el tirano sicópata enfundado en cuero con un bate de baseball envuelto en alambre de espino con nombre de mujer, Lucille, que en su alocado y prepotente discurso aparece retratado como una extensión de su sedienta y vampira polla. Y es que, obviando el verbo fácil y la cosificación de su miembro reproductor, tampoco hay tantas diferencias entre Rick y Negan salvo que televisivamente hablando, Rick es nuestro líder y que lo fuera Negan sería insoportable.
Nos encontramos ante una temporada que parece que retomará las líneas maestras del cómic. Al menos, eso parece a tenor de las imágenes filtradas por internet. Una temporada en la que el ensayo de guerra civil o de revuelta insurrecta será el tema principal. Pero antes, el grupo tendrá que superar la desolación, la pérdida, la humillación y el terror recibido. Antes, los guionistas tendrán que mostrarnos, aunque sea durante un par de capítulos, a un grupo completamente derrotado y aplastado tras probablemente el mejor capítulo de la historia de la serie y una de las horas de televisión en las que el mal se ha capturado de una forma más efectiva. Cierto, sin alejarse de la trampa y el efectismo pero, estamos hablando de televisión.
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