MANUEL L. SACRISTAN "Los 90 se llevaron parte de mi salud mental y física"
"Los 90 se llevaron parte de mi salud
mental y física"
mental y física"
A comienzos de otoño de 2008 Guns N’ Roses anunció oficialmente la publicación de “Chinese Democracy”. Una cuenta atrás en su página web indicaba los días, horas, minutos y segundos que quedaban para el 22 de noviembre de 2008. Fecha en la que definitivamente llegaría a su fin la mayor epopeya discográfica de todos los tiempos. A partir de aquel día de finales de septiembre en el que Best Buy hizo públicos varios teasers de lo que sería el disco en forma de anuncio, pasé a ser un zombie. Un muerto viviente. O como han pasado a llamarse ahora, un caminante. Como si fuera 1991 o 1992 mi mente se refugió en un tema en concreto. Una composición que tenía en la cabeza durante horas sin poder sacármela. En cuanto tenía unos minutos libres me lo ponía. Ya podía ser en el ordenador del trabajo, en el de casa, en el móvil, en el coche. Donde fuese. Lo ponía y mi mente comenzaba a volar. Comenzaba a imaginar un videoclip que incluyese tomas de Axl Rose entrando en su casa, dejando las llaves en una cómoda y mirándose al espejo. Luego flashbacks de Axl con una mujer en un sofa, conduciendo por los acantilados de Latigo Canyon con un descapotable amarillo, haciendo un picnic en Zuma Beach para volver al Axl frente al espejo. Un espejo que revienta tras un puñetazo de WAR y que desaparecen tras un fondo negro. Entonces, una sucesión de peleas, discusiones y reuniones con abogados trajeados en lujosos despachos. Siempre con Axl como perdedor y cabizbajo. Intercalando imágenes de dos actuaciones de los GN’R de la época: el propio Rose, Robin Finck, Richard Fortus, Ron “Bumblefoot” Thal, Tommy Stinson, Frank Ferrer y Chris Pitman. Una de las actuaciones en directo y la otra en lo alto de un acantilado en mitad de la noche con helicópteros y focos rodeando a los músicos. En definitiva, no era más que un collage calenturiento en el que se reproducen los esquemas que ya conocíamos y sabíamos de memoria de haber visto los videoclips de los “Illusion” en miles de ocasiones. Todo a lo grande pero todo dentro de una coherencia que esperábamos pero que nunca llegó. Aquel videoclip de “There Was A Time” nunca llegó, ni así ni de ninguna forma. Pero eso es otra historia.
Justo por aquellos días Manuel se hallaba en paradero desconocido. Simplemente había dejado de estar presente en nuestras vidas casi de cuajo. Aparecía de vez en cuando y, por supuesto, fue tremendamente activo en los días que rodearon a ese 22 de noviembre de 2008. Pero no estaba presente como de costumbre. Un buen día dijo que estaba escribiendo un libro y al de pocos días, esa es la impresión que tengo ahora, ya lo tenía escrito. Porque en ese sentido Manuel sería mi antítesis. A Manuel se le pasa algo por la cabeza y va a por ello, lo coge y zas, ya es suyo. A mí se me pasa algo por la cabeza y como mucho puedo dar dos o tres pasos pero difícilmente puedo acabar nada.
Un buen día Manuel tenía un libro de unas 700 páginas titulado “Forajidos Inc.”. Un libro en el que Manuel repasaba su historia del rock n’ roll, la que va desde los últimos años ochenta hasta nuestros días. Una historia del rock al uso solo que únicamente parando en los artistas que a Manuel le parecen reseñables. Y demonios, para Manuel son muchos. De Bruce Springsteen a John Mellencamp, pasando por Red Hot Chilli Peppers, Nirvana, Michael Monroe, REM, Skid Row o, por supuesto, Guns N’ Roses. Sin embargo, lo que más destacaba no era lo que se leía sino, más bien, como se narraba. Porque Manuel es un tío que escribe como habla solo que escribe tremendamente bien porque habla tremendamente bien. Cuando hablo de escribir bien no me remito únicamente al aspecto formal. Es castellano, es Licenciado en derecho y ha leído mucho a lo largo de su vida así que el aspecto formal se lo presupongo. Cuando digo que escribe bien quiero decir que es inteligente, que cada línea tiene un sentido, que provoca, te remueve las entrañas y espera que hinques las rodillas en el suelo y te abandones a la nostalgia, al recuerdo, al análisis. Y, sobre todo, que trates de trazar tu propio camino para entender cómo fueron tus primeros pasos y con quien los diste dentro del universo rock. Lo curioso es que como miembros de una misma generación serán numerosos los que sientan que Manuel parece un tío de tu barrio al que más o menos has controlado toda la vida por sus camisetas de The Cult y Aerosmith pero con el que nunca te has atrevido a hablar.
En un texto de Manuel uno puede sentir la saliva salpicando en el papel, la intensidad con la que las yemas de sus dedos golpean el teclado e incluso oler el sudor que desprende mientras maquina y maquina en su complejo cerebro. Por momentos, en vez de respirar aire puedes tener la sensación de estar respirando una extraña mezcla de sangre y lágrimas. Fluidos, en definitiva. Seguramente rosas, sí, pero no del color, más bien de la flor. Sus textos son así porque Manuel es así. Manuel siente a la vez que habla. Es locuaz pero certero de una forma insultante. Es puro nervio hasta cuando ha escrito un libro sobre la historia del rock entre finales de los ochenta y nuestros días que sobrepasa las 700 páginas.
Lo conocí en septiembre de 2006 en un espacio que compartimos pese a que nunca habíamos intercambiado palabra. Acababa de leer en internet el enésimo rumor que decía que el “Chinese Democracy” saldría publicado en los próximos meses. Aquello en un momento en el que Guns N’ Roses habían girado por todo el planeta con un show notable tenía bastante sentido. O, al menos, todo el sentido que puede tener una noticia de formato lógico que rodee a esta banda. Comenté en voz alta que estaba feliz porque había leído que “Chinese Democracy” iba a ser publicado por fin. La respuesta general de los presentes fue de sorpresa por mi inocencia y hubo incluso quien se mofó de mí. Noté que Manuel me miró con una mirada que en aquel entonces sentí como inquisitiva. Sin embargo, minutos después me apartó disimuladamente y ya en privado me interrogó solo como él sabe hacerlo. Me practicó un interrogatorio muy serio y profesional con un único objetivo: saber cuál era mi grado de implicación con la causa gunner. No únicamente con la formación clásica sino también con lo que el resto del universo tiende a conocer como GN’R 2.0. Cuando vio que todas mis respuestas eran las que él esperaba, su rostro cambió y pude ver un destello de alegría y esperanza. “Bien, he estado demasiado tiempo solo en todo esto, alegra ver que todavía queda gente que siente las mismas cosas pese a que no nos conozcamos de nada”. Eso me dijo. Al fin y al cabo, éramos hijos de un vacío. Crecimos musical e intelectualmente en los primeros noventa, pensamos que la vida iba a ser así para siempre y en unos cinco o seis años no quedaba rastro de aquello de lo que habíamos vivido tan intensamente. No existían Guns N’ Roses como tales, no había discos suyos por ningún lado, las bandas previas al estallido grunge tampoco estaban y de las del propio grunge y rock alternativo, muchas tampoco se encontraban en activo para 1997. Para 2001 éramos unos jodidos huérfanos generacionales en cuanto a rock n’ roll se trataba. Cierto que teníamos una curiosidad infinita quizá por aquello que decía Axl Rose de buscar los originales. Pero esa sensación que tan magnificamente había descrito Craig Finn de Hold Steady en “Constructive Summer” marcaba nuestras vidas. Finn venía a decir que “el salvador había cogido sus diez pavos y se había escapado calle abajo” dejándolo sin blanca. Manuel, yo, muchos otros, sentíamos lo mismo solo que necesitábamos hablar con otros para comprender que aquello era así. Éramos productos de la pérdida, del triángulo de las Bermudas. Víctimas de una industria que mutaba de un universo que nos gustaba mucho, el de las tiendas de discos, los videoclips, las antologías del rock y la prensa especializada, a uno, el de internet, que desconocíamos por completo. Es de suponer que cuando nos conocimos en 2006 ya éramos todo unos expertos en la materia de la red de redes pero todavía no teníamos conciencia de qué nos dolía. Sabíamos que nos dolía algo pero no sabíamos qué. Cuando nos encontramos creo que ambos, y otras personas que conocimos después por la misma causa, entendimos por qué sufríamos. Lo mejor, o lo peor, es que todos o casi todos sentimos que todo aquel sufrimiento abstracto e incomprendido había merecido la pena.
Éramos hermanos que no se habían visto nunca. Gente que vibró con el videoclip de “You Could Be Mine” en septiembre de 1991 y que volvió a hacerlo a finales de aquel año con el de “Smell Like Teen Spirit”. Gente que explotó con aquella explosión musical y rockera que fueron los primeros noventa. Gente, luego víctimas, que sufrieron la sacudida de la industria y del mundo que hizo que si no todos, casi todos los dinosaurios desaparecieran del planeta tierra.
Ahora, en pleno 2015 no creo que quede mucho de aquel sentimiento como tal. Queda como un recuerdo y como una forma de conocernos a nosotros mismos. Nos ayuda a saber cómo somos y por qué somos pero sospecho que el sufrimiento ya no está ahí más que como una parte de la nostalgia que siempre rodeará nuestra existencia. Han pasado años desde que “Forajidos INC - Axl Rose contra la industria”, el subtítulo se ha añadido este mismo año, fuese terminado por primera vez. Manuel López Sacristán es ahora muchas cosas que no era ni cuando nos conocimos ni cuando fue publicado el “Chinese Democracy” ni cuando terminó por primera vez de teclear las últimas líneas de su particular historia del rock. Entonces era esposo, ahora también es padre. Ahora es miembro de una banda llamada Hotel Valmont en la que compone y se desahoga a gusto. Este mismo año ha publicado un disco en solitario bajo el título de Solo donde repasa los clásicos del pop y el rock español que han sido parte de su vida. Hace unos meses se animó a poner a la venta vía internet “Forajidos INC”: todavía recuerdo la noche en la que me dijo, venga, ya lo he puesto. En un tiempo récord le diseñé una portada para que borrase aquel horror verde que había colocado como cubierta. Encima le he convencido para que escriba en mi humilde medio de cultura rock. Así que ahora Manuel es padre, compositor, cantante, guitarrista, periodista musical y escritor. Lo hace todo como habla. Como siente.
Y ahora, Manuel da un paso con el que seguro que ha soñado muchas veces. Pone su obra en papel. Como me había encargado el diseño de su disco en solitario y como había corrido como el demonio para que en un par de horas “Forajidos INC” tuviese una portada digna, me pidió que le hiciera el diseño de su libro, por fin, en formato físico. Le dije que sí y recuperé una idea de hace siglos. Un dibujo hecho a mano allá por 1993. Luego, como pude, le di forma para que al menos, el libro fuese tan bonito como el que más me había gustado a mí nunca. Cuando Manuel vio los primeros bocetos quedó maravillado y le sugerí, medio en broma, que ya que su libro era cortito y que en más de 700 páginas apenas contaba nada, era recomendable que le escribiese un prólogo para darle más cuerpo. La broma pasó a ser un encargo y aquí estoy, escribiendo un prólogo para la edición en papel del primer libro de Manuel L. Sacristán. Justo el día de su cumpleaños y justo veinte años después de que Shannon Hoon, cantante de Blind Melon y protagonista del videoclip de “Don’t Cry”, de Guns N’ Roses, nos dijese adiós después de una sobredosis. Lo dicho, nuestro propio drama nos persigue aunque ya sea un drama acolchado y adormecido por los años.
Así que aquí tienes “Forajidos INC - Axl Rose contra la industria”, una obra que quizá sean dos. Por un lado Manuel nos cuenta su historia del rock, con el enfoque en los artistas y los discos que él quiere enfocar pero respetando en cierto modo los cánones de la literatura rockera. Si es que eso existe que yo creo que sí. Por otro lado, aunque incrustado en esa historia más que nada porque es parte de ella, el mayor estudio, análisis y ensayo en castellano, todo en uno, de lo que antes he llamado la mayor epopeya de la historia discográfica del rock n’ roll: “Chinese Democracy”. Todo contado como habla y escribe Manuel. Impregnado de su aroma de trabajo y de su increíble energía. Con gotas de sudor, sangre y lágrimas en los márgenes. Recuerda y disfruta como lo hago yo mientras escribo, parece decir. Hazlo. Usa tu ilusión y hazlo.
Izkander Fernández
¿Te hubiese gustado estar en la misma habitación que John Frusciante cuando creó las guitarras de “BSSM”?
Sin lugar a dudas, a mi parte puritana le escandalizaría el color de sus dientes y la falta de higiene de algunos rincones. Sin embargo, esto se vería compensado por el fabuloso hedor a marihuana y, muy especialmente, por ese excelso trabajo realizado por el bueno de John durante aquella maravillosa época. Mucha magia, y mucho olor a porro.
Desde la distancia geográfica de la época y desde la distancia histórica de nuestros días, Los Angeles parecía una ciudad soleada y fascinante.
Tengo entendido, y es prácticamente un pecado no haber estado allí, que la temperatura de esa ciudad es magnífica, que no se puede recorrer andando, y que cuando te paras en un semáforo, el coche a tu derecha puede tener un balazo en el parabrisas. Mientras recuerdo los sonidos festivos de “Hollywood”, del primer disco de Junkyard, series como The Shield nos han enseñado que Los Angeles también puede ser fría y sórdida, pero en aquellos años esas distancias que mencionas nos hacían creer que todo era sol y escotes. Y para terminar de arreglarlo, “Point Break” o como la conocemos aquí “Le Llaman Bodhi” nos enseñó que molaba surfear y atracar bancos con el pelo oxigenado. Mucha mitología sobre Los Ángeles. En realidad, el Rainbow es un bar grasiento, pero ellos, nuestros protagonistas, gente como Axl Rose o Sebastian Bach, nos han contado que bebían tequila en un descapotable escuchando a W.A.S.P.; sin embargo, ahí detuvieron a Jack Russell fumando crack en una lavandería cutre, y en el apartamento de los Crüe en el 83 había cucarachas trepando por las paredes. Blanco y negro constante, ciudad de grandes contrastes, pero qué duda cabe que vivimos maravillosamente engañados los años de su esplendor rockero.
La tuya es una crónica personal de la historia del rock que has vivido.
Desde la distancia geográfica de la época y desde la distancia histórica de nuestros días, Los Angeles parecía una ciudad soleada y fascinante.
Tengo entendido, y es prácticamente un pecado no haber estado allí, que la temperatura de esa ciudad es magnífica, que no se puede recorrer andando, y que cuando te paras en un semáforo, el coche a tu derecha puede tener un balazo en el parabrisas. Mientras recuerdo los sonidos festivos de “Hollywood”, del primer disco de Junkyard, series como The Shield nos han enseñado que Los Angeles también puede ser fría y sórdida, pero en aquellos años esas distancias que mencionas nos hacían creer que todo era sol y escotes. Y para terminar de arreglarlo, “Point Break” o como la conocemos aquí “Le Llaman Bodhi” nos enseñó que molaba surfear y atracar bancos con el pelo oxigenado. Mucha mitología sobre Los Ángeles. En realidad, el Rainbow es un bar grasiento, pero ellos, nuestros protagonistas, gente como Axl Rose o Sebastian Bach, nos han contado que bebían tequila en un descapotable escuchando a W.A.S.P.; sin embargo, ahí detuvieron a Jack Russell fumando crack en una lavandería cutre, y en el apartamento de los Crüe en el 83 había cucarachas trepando por las paredes. Blanco y negro constante, ciudad de grandes contrastes, pero qué duda cabe que vivimos maravillosamente engañados los años de su esplendor rockero.
La tuya es una crónica personal de la historia del rock que has vivido.
Sí. Ya en las primeras páginas cuento que el rock llegó a mi vida en parte como una evolución natural, en parte por mi insistencia, y en parte por casualidad, ya que en mi casa mi querida madre escuchaba más canción francesa y a los Beatles. Pero esas cintas, aquellas cintas que rulaban en los últimos cursos de la EGB y los primeros del BUP, acabaron en mi casa, y desde los 13 años pasé de los elepés más “clásicos” que me prestaba un vecino (Stones, Doors, Purple) al rock que yo sentía como más mío: Guns N’ Roses, AC/DC, Aerosmith, Alice Cooper, y muy pronto Jane’s Addiction, Mötley Crüe, Metallica y The Velvet Underground. Aquellos años de cintas TDK de 90 minutos fueron apasionantes. Hablamos del 88 al 92, año en que ya empecé a comprar cedés con más asiduidad.
Axl Rose aparece en la portada y en el título. ¿Es un personaje capital?
Qué duda cabe. Lo es, en mi libro, y en mi vida. Axl Rose ha sido para mí como un hermano mayor descarriado, un hermano bastardo salido de vientre ajeno. Ha sido y es un referente inexcusable en mi vida, tanto a nivel musical como personal. Admiro su talento musical por encima de todo, pero también una parte muy infravalorada de su personaje, que es su integridad, entendida como su persecución incansable y sin excusas de sus objetivos, sin importarle bajas, daños colaterales, su propia salud mental, la formación y la estabilidad de su banda, sus relaciones públicas con la prensa y los fans, sus negocios personales, las casas discográficas y la industria en general. Axl Rose es el último gran dinosaurio, la última gran estrella del rock egocéntrica, vociferante, con personalidad y desborde, con una capacidad inagotable de llevar la contraria, de equivocarse, de no obedecer. También es un hortera y un tarado, pero eso no es nada comparado con los grandes ratos que me ha hecho pasar.
GN’R representan todos y cada uno de los estereotipos del rock. ¿Crees que podría decirse que el fin del rock and roll tal y como lo conocimos feneció al mismo ritmo que la banda?
El fin del rock, y esta es una de las tesis del libro, no puede llegar jamás en tanto exista gente que ame la música con intensidad, gente que toque y escuche música de forma apasionada. Sin embargo, a lo que te refieres es al fin del rock de estadio repleto de clichés, y sí, ese rock terminó cuando ellos se desintegraron. Quedaron coletazos la mar de agradables, pienso en los Backyard Babies del 99 o Turbonegro o actos así, absolutamente necesarios (quiero decir, tíos metiéndose petardos encendidos por el culo en escena y eso), sin temple, desbordantes, descerebrados… pero nada comparado con aquel rock angelino y el posterior, muy diferente, que llegó de Seattle. También repleto de clichés, aunque interpretados de otra manera. Pero la industria cambió al mismo tiempo que Guns N’ Roses iban apagándose, porque hubo una crisis discográfica a mediados y finales de los años 90 que coincidió con la desintegración de la banda. Una cosa no fue consecuencia de la otra, pero es evidente que en 1997 o 1998 la industria no producía al mismo ritmo frenético que fue capaz de generar del 91 al 95. No hay más que ver las alineaciones de los festivales de Reading o Pinkpop en el 92, 93, 94 y 95, los lanzamientos discográficos agrupados en cortos espacios de tiempo (en dos semanas salieron a la venta Use Your Illusion y Nevermind en septiembre del 91, o The Downward Spiral y Superunknown, que salieron a la venta el mismo día de marzo de 1994, y a las dos semanas el Far Beyond Driven)… Ese tipo de cosas. Imagino que los ejecutivos de las grandes empresas discográficas y los promotores que vivieron aquella bonanza echan de menos tener que aguantar las impertinencias del cretino de Axl Rose a cambio de pillar un buen puñado de pasta.
¿Qué opinas sobre los rumores que sitúan a la formación original sobre los escenarios de cara al próximo verano?
Axl Rose aparece en la portada y en el título. ¿Es un personaje capital?
Qué duda cabe. Lo es, en mi libro, y en mi vida. Axl Rose ha sido para mí como un hermano mayor descarriado, un hermano bastardo salido de vientre ajeno. Ha sido y es un referente inexcusable en mi vida, tanto a nivel musical como personal. Admiro su talento musical por encima de todo, pero también una parte muy infravalorada de su personaje, que es su integridad, entendida como su persecución incansable y sin excusas de sus objetivos, sin importarle bajas, daños colaterales, su propia salud mental, la formación y la estabilidad de su banda, sus relaciones públicas con la prensa y los fans, sus negocios personales, las casas discográficas y la industria en general. Axl Rose es el último gran dinosaurio, la última gran estrella del rock egocéntrica, vociferante, con personalidad y desborde, con una capacidad inagotable de llevar la contraria, de equivocarse, de no obedecer. También es un hortera y un tarado, pero eso no es nada comparado con los grandes ratos que me ha hecho pasar.
GN’R representan todos y cada uno de los estereotipos del rock. ¿Crees que podría decirse que el fin del rock and roll tal y como lo conocimos feneció al mismo ritmo que la banda?
El fin del rock, y esta es una de las tesis del libro, no puede llegar jamás en tanto exista gente que ame la música con intensidad, gente que toque y escuche música de forma apasionada. Sin embargo, a lo que te refieres es al fin del rock de estadio repleto de clichés, y sí, ese rock terminó cuando ellos se desintegraron. Quedaron coletazos la mar de agradables, pienso en los Backyard Babies del 99 o Turbonegro o actos así, absolutamente necesarios (quiero decir, tíos metiéndose petardos encendidos por el culo en escena y eso), sin temple, desbordantes, descerebrados… pero nada comparado con aquel rock angelino y el posterior, muy diferente, que llegó de Seattle. También repleto de clichés, aunque interpretados de otra manera. Pero la industria cambió al mismo tiempo que Guns N’ Roses iban apagándose, porque hubo una crisis discográfica a mediados y finales de los años 90 que coincidió con la desintegración de la banda. Una cosa no fue consecuencia de la otra, pero es evidente que en 1997 o 1998 la industria no producía al mismo ritmo frenético que fue capaz de generar del 91 al 95. No hay más que ver las alineaciones de los festivales de Reading o Pinkpop en el 92, 93, 94 y 95, los lanzamientos discográficos agrupados en cortos espacios de tiempo (en dos semanas salieron a la venta Use Your Illusion y Nevermind en septiembre del 91, o The Downward Spiral y Superunknown, que salieron a la venta el mismo día de marzo de 1994, y a las dos semanas el Far Beyond Driven)… Ese tipo de cosas. Imagino que los ejecutivos de las grandes empresas discográficas y los promotores que vivieron aquella bonanza echan de menos tener que aguantar las impertinencias del cretino de Axl Rose a cambio de pillar un buen puñado de pasta.
¿Qué opinas sobre los rumores que sitúan a la formación original sobre los escenarios de cara al próximo verano?
Me cuesta creerlo y desestabiliza un poco mi imagen de Axl Rose, en el sentido de que cuando él dijo “eso no sucederá jamás, no en esta vida”, espero de él que cumpla su palabra. Por otro lado, tengo entendido que ciertos miembros del ejército de “señor, sí señor” de acólitos que lleva Axl a su alrededor se han acercado al campo de Slash en los últimos tiempos, felicitándole por su cumpleaños y chorradas así, y las propias declaraciones del Sr. Hudson se han templado en meses recientes. También están los videos de Marc Canter, fotógrafo oficial de la banda en el 85/88, sobre tratar de reunir a Axl y a Slash en el tugurio donde ensayaban en sus primeros tiempos, para convencerles de que resuciten a la formación original. La industria ya no tiene ninguna influencia sobre estos tipos, en especial sobre Axl, y no creo que sea una cuestión de dinero, a poco que hayan realizado las inversiones correctas con su patrimonio (especialmente Duff, que es un economista de reconocido prestigio). Yo creo que las reuniones puntuales con Izzy y Duff fueron más que suficientes, y al mismo tiempo me da mucho morbo verles de nuevo juntos sobre un escenario. No espero nada de ellos musicalmente hablando, creo que ya dieron lo mejor que tenían juntos del 87 al 91, y que ahora sentarse a ensayar un nuevo disco sería algo forzado, teniendo en cuenta las circunstancias. Pero qué duda cabe que sería excitante…, como lo sería ver a Axl reunido con la formación primitiva de la segunda etapa de la banda, con Robin Finck, Buckethead y Paul Tobias. La formación que dio uno de los mejores conciertos de Guns N’ Roses que recuerdo, el de Rio de Janeiro en 2001.
El tercer referente de tu crónica, junto a Rose y Los Angeles, es la década de los 90. ¿Cómo miembro de la generación que despertó aquellos días, siente que le robaron algo?
Me robaron el sueño, me robaron mi dinero de la cantidad de discos que me compré, y se han llevado parte de mi salud mental y física. Pero les estoy muy agradecido a todos. En cuanto a Guns N’ Roses, ellos a mí no me deben nada y por descontado que no me deben una reunión. La gente debería calmarse un poco. Las expectativas con los rockeros no funcionan, son gente egoísta y poco de fiar, pero qué haríamos sin sus canciones. La década de los 90, desde los que despertaron entonces como Michael Monroe o Iggy Pop hasta los que explotaron, como Black Crowes o Pearl Jam, pasando por los que volvieron mejor que nunca como Social Distortion o el propio Tom Waits, sin dejar a un lado los Illusions, Nevermind, Blood Sugar Sex Magik, Ten, Dirt, Superunknown, Dust, Black Love y todos esos discos legendarios y memorables, es una década capital, para mí la mejor de la historia, la que más me ha hecho disfrutar, la que he vivido desde el primer momento y la que más rememoro cuando quiero pensar en algo positivo. Si en lugar de construir barreras y marginar a las clases desfavorecidas hubiese más cosas positivas como la música de los 90, nos iría mucho mejor. Y los videoclips, no olvidemos los videoclips. Es verdad que hay otras cosas de los 90 que no están a la altura de los tiempos actuales (las series de televisión, por ejemplo, aunque Twin Peaks y Frasier me están levantando el dedo desde el final de la sala), pero el repaso general que hago de la barrera entre el final del siglo pasado y el comienzo del actual creo que habla por sí solo, y es demoledor.
¿Es Forajidos INC. Su particular catedral? ¿Su proyecto? ¿Su Chinese Democracy?
El libro lo he publicado en 2015, y empecé a escribirlo en 1999. Pero es sólo mi primer libro, aunque debo reconocer que es uno que me ha costado particularmente escribir y sobre todo terminar, ya que nunca me parecía acabado. Y el germen del libro eran 20 páginas: empezó como un proyecto a raíz de un trabajo en la universidad, en una asignatura de libre configuración llamada Sociología del Arte. El caradura del profesor tenía un epígrafe del programa llamado “El punk y el paisaje de las discotecas”, pero tenía un alumno mucho más caradura que era yo, y le hice un trabajo de fin de curso titulado “El punk después del punk”, hablando sobre cuatro bandas pero abarcando un periodo de nada menos que 20 años, resumido en historias escabrosas sobre Hanoi Rocks, Guns N’ Roses, Nine Inch Nails y Social Distortion, y me quedé más ancho que largo. Me puso una Matrícula de Honor; esto confirma sin lugar a dudas que en la universidad española el consumo de cannabis está muy extendido.
¿Podemos entenderlo como una obra acabada?
Podemos. Nunca mejor dicho. Se puede. Sí, creo que el rock me ha dado suficiente como para cerrar ese capítulo en el sentido de entender que la obra de Axl terminó, la lucha de Axl contra la industria acabó, y era el momento de cerrar mis asuntos pendientes con mi visión enciclopédica y clasificatoria del rock. Y además, el Chinese Democracy se publicó, Axl se peleó con Tommy Hilfiger en una discoteca… era el momento de cerrar una etapa. La he estirado más de la cuenta, porque en realidad una vez finalizó la gira de Guns N’ Roses de 2010 yo creo que la cosa no daba para más. A veces fantaseo con escribir algo parecido sobre el rock español, y tengo en mente escribir algo sobre los tópicos discográficos, aunque de momento sólo tengo un capítulo definido, el que trata de grandes singles sobre los que existe el tópico de que el disco que presiden es una mierda. Pienso concretamente en ejemplos como The Knack con “My Sharona” o los Fine Young Canibals con “She drives me crazy”. Un libro en clave de humor, más en el estilo de Nick Hornby o Chuck Klosterman. Un libro más ensayístico, más de opinión, y menos enciclopédico. Forajidos Inc ha sido muy cansado de escribir y repasar, siempre con otras ochenta líneas que añadir sobre este o aquel grupo que no le importa a nadie excepto a mí. Pero espero que la gente haya disfrutado y disfrute descubriendo música maravillosa de bandas y artistas menos conocidos que salen en el libro, no es sólo un libro sobre Guns N’ Roses ni tampoco sobre los 90, es también un libro sobre bandas y solistas verdaderamente independientes, Westerberg, Del Amitri, Elliott Smith, gente así, gente reivindicable y desconocidos para el gran público pero que tampoco se adaptaron a las leyes de la industria, gente que le dijo a la industria “no me gusta cómo eres, me lo monto a mi manera”. El rock independiente no es sólo Nirvana, Pixies o Sonic Youth. El rock independiente es el rock de la gente que ama la música sin importarle depender de nadie. Es difícil ese equilibrio, y en ese sentido es posible que haya más forajidos en años venideros que merezcan que algún chalado escriba un libro de 700 páginas sobre ellos, pero dudo mucho que esos que lleguen vayan a componer una canción como “Breakdown”.
Rose, Springsteen, Mellencamp, Vega… Siempre grandes personalidades. ¿Al rock se llega de forma casual?
Al rock se llega igual por deseo que por necesidad. Al rock se llega porque uno quiere, porque uno tiene el air guitar dentro, porque uno quiere cantar o porque uno quiere tocar, porque a uno el rock le llama. Es decir, el rock es muy poderoso, el rock es atractivo. Ya lo decía Loquillo en “Simpatía por los Stones”, con aquella frase “si eres buena nena/la otra vida te premiará; si eres malo nene/esta vida te sonreirá y verás: las buenas chicas prefieren chicos malos para soñar”. Por eso, por toda esa pompa, por la fama y el dinero y los fuegos artificiales y los guitarrazos, ahí está gente como Vince Neil poniéndose las botas. Y luego lo ves en los chavales, gente joven e influenciable: el rock es fascinante. A mí me atrajeron las personalidades de los rockeros pero después de la música, tengo que reconocer en que mi primer contacto visual con Bruce en “Tunnel of love” no apareció la fascinación por aquel tipo con aspecto de paleto, apoyado en un cadillac con una pajarita ridícula y cara de estar triste. Lo que me fascinó fue su forma de cantar, aquel sonido que para muchos ha envejecido tan mal y que a mí me sigue fascinando; luego en las cintas TDK grabadas era imposible ver ninguna personalidad porque era imposible ver nada más que títulos de canciones; sí, estaba el sonido, que era muy personal, y de nuevo, fascinante. La primera vez que me quedé embobado viendo el diseño de un disco (casete, en este caso) fue con “Appetite for destruction”. Yo tenía 13 años, y aquellas fotos… sí, definitivamente quería ser como ellos. Quería tener esas pintas. Nunca me vestí así, la verdad, pero ahí queda la intención. Y luego me apasionó el libreto y el diseño de “Ritual de lo Habitual” de Jane’s Addiction, parecía una feria de antigüedades pornográfica, sórdida y tribal. Eso era personalidad. Mellencamp fuma y bebe y aparece en televisión con la cara magullada, y eso se nota en sus canciones. Es un tipo que pide que le den de hostias para luego componer una canción donde de veras te va a contar cómo es sentirse abatido. Springsteen es universal, es un lugar común. Claro que tiene personalidad, pero yo creo que, como él mismo afirma, seguramente sus canciones son mucho mejores que él. Antonio Vega era un completo desastre y un músico fabuloso, y su personalidad es tan única, tan propia… No me queda más remedio que contestar a su pregunta con un “no del todo”: al rock se llega queriendo; se llega porque algo dentro de uno no está del todo bien; y se llega de rebote cuando sin darte cuenta cae un disco en tus manos que no esperabas, de un grupo que no conocías, un disco que escuchas porque te gusta su portada… ahí interviene la casualidad. El último disco que compré por casualidad, porque me gustó su portada, fue “Lost in the dream” de The War On Drugs, y fíjese… acerté de pleno.
¿Crees que alguien podrá llegar a escribir una crónica de la historia del rock que comience directamente en nuestros días?
Pues como te decía antes, ojalá sea así, aunque me extrañaría que estuviese repleta de cosas muy novedosas. A lo mejor alguien se pincha en escena… ah no, espera, que eso ya lo hizo Lou Reed, aunque fuese otra de sus mentirijillas. Hablando en serio, ojalá el rock siga dando de sí lo suficiente como para que haya muchos forajidos que den tantísimo que hablar a partir del año 2015. Tengo mis dudas sobre ello, pero sería sin duda lo deseable.
¿Qué periodistas musicales pueden ser sus referentes?
Periodistas en general, soy muy aficionado a Bill Simmons, que escribe fundamentalmente de deportes, sobre todo de baloncesto, aunque sus opiniones musicales son siempre puntiagudas, y leo a Chuck Klosterman, “Fargo Rock City” me parece un libro muy divertido e imprescindible. He leído a Stephen Davis, de quien me gusta sobre todo lo que ha escrito sobre Led Zeppelin y no tanto sobre Guns N’ Roses, aunque siempre los trata con respeto. Me gusta mucho la etapa de Popular 1 de los años 90, ahí escribía o yo tengo mitificados a unos cuantos redactores de aquella época que me hicieron pasar grandes momentos. Diego A. Manrique es un clásico y sabe de música lo que no está escrito. Fernando Navarro me parece un periodista excelente, su blog “La ruta americana” es altamente recomendable. Y todos los periodistas musicales amigos míos son referentes: son gente con mucho coraje, que escriben a corazón abierto, sin importarles el dinero, y que lo hacen por amor a la escritura.
El tercer referente de tu crónica, junto a Rose y Los Angeles, es la década de los 90. ¿Cómo miembro de la generación que despertó aquellos días, siente que le robaron algo?
Me robaron el sueño, me robaron mi dinero de la cantidad de discos que me compré, y se han llevado parte de mi salud mental y física. Pero les estoy muy agradecido a todos. En cuanto a Guns N’ Roses, ellos a mí no me deben nada y por descontado que no me deben una reunión. La gente debería calmarse un poco. Las expectativas con los rockeros no funcionan, son gente egoísta y poco de fiar, pero qué haríamos sin sus canciones. La década de los 90, desde los que despertaron entonces como Michael Monroe o Iggy Pop hasta los que explotaron, como Black Crowes o Pearl Jam, pasando por los que volvieron mejor que nunca como Social Distortion o el propio Tom Waits, sin dejar a un lado los Illusions, Nevermind, Blood Sugar Sex Magik, Ten, Dirt, Superunknown, Dust, Black Love y todos esos discos legendarios y memorables, es una década capital, para mí la mejor de la historia, la que más me ha hecho disfrutar, la que he vivido desde el primer momento y la que más rememoro cuando quiero pensar en algo positivo. Si en lugar de construir barreras y marginar a las clases desfavorecidas hubiese más cosas positivas como la música de los 90, nos iría mucho mejor. Y los videoclips, no olvidemos los videoclips. Es verdad que hay otras cosas de los 90 que no están a la altura de los tiempos actuales (las series de televisión, por ejemplo, aunque Twin Peaks y Frasier me están levantando el dedo desde el final de la sala), pero el repaso general que hago de la barrera entre el final del siglo pasado y el comienzo del actual creo que habla por sí solo, y es demoledor.
¿Es Forajidos INC. Su particular catedral? ¿Su proyecto? ¿Su Chinese Democracy?
El libro lo he publicado en 2015, y empecé a escribirlo en 1999. Pero es sólo mi primer libro, aunque debo reconocer que es uno que me ha costado particularmente escribir y sobre todo terminar, ya que nunca me parecía acabado. Y el germen del libro eran 20 páginas: empezó como un proyecto a raíz de un trabajo en la universidad, en una asignatura de libre configuración llamada Sociología del Arte. El caradura del profesor tenía un epígrafe del programa llamado “El punk y el paisaje de las discotecas”, pero tenía un alumno mucho más caradura que era yo, y le hice un trabajo de fin de curso titulado “El punk después del punk”, hablando sobre cuatro bandas pero abarcando un periodo de nada menos que 20 años, resumido en historias escabrosas sobre Hanoi Rocks, Guns N’ Roses, Nine Inch Nails y Social Distortion, y me quedé más ancho que largo. Me puso una Matrícula de Honor; esto confirma sin lugar a dudas que en la universidad española el consumo de cannabis está muy extendido.
¿Podemos entenderlo como una obra acabada?
Podemos. Nunca mejor dicho. Se puede. Sí, creo que el rock me ha dado suficiente como para cerrar ese capítulo en el sentido de entender que la obra de Axl terminó, la lucha de Axl contra la industria acabó, y era el momento de cerrar mis asuntos pendientes con mi visión enciclopédica y clasificatoria del rock. Y además, el Chinese Democracy se publicó, Axl se peleó con Tommy Hilfiger en una discoteca… era el momento de cerrar una etapa. La he estirado más de la cuenta, porque en realidad una vez finalizó la gira de Guns N’ Roses de 2010 yo creo que la cosa no daba para más. A veces fantaseo con escribir algo parecido sobre el rock español, y tengo en mente escribir algo sobre los tópicos discográficos, aunque de momento sólo tengo un capítulo definido, el que trata de grandes singles sobre los que existe el tópico de que el disco que presiden es una mierda. Pienso concretamente en ejemplos como The Knack con “My Sharona” o los Fine Young Canibals con “She drives me crazy”. Un libro en clave de humor, más en el estilo de Nick Hornby o Chuck Klosterman. Un libro más ensayístico, más de opinión, y menos enciclopédico. Forajidos Inc ha sido muy cansado de escribir y repasar, siempre con otras ochenta líneas que añadir sobre este o aquel grupo que no le importa a nadie excepto a mí. Pero espero que la gente haya disfrutado y disfrute descubriendo música maravillosa de bandas y artistas menos conocidos que salen en el libro, no es sólo un libro sobre Guns N’ Roses ni tampoco sobre los 90, es también un libro sobre bandas y solistas verdaderamente independientes, Westerberg, Del Amitri, Elliott Smith, gente así, gente reivindicable y desconocidos para el gran público pero que tampoco se adaptaron a las leyes de la industria, gente que le dijo a la industria “no me gusta cómo eres, me lo monto a mi manera”. El rock independiente no es sólo Nirvana, Pixies o Sonic Youth. El rock independiente es el rock de la gente que ama la música sin importarle depender de nadie. Es difícil ese equilibrio, y en ese sentido es posible que haya más forajidos en años venideros que merezcan que algún chalado escriba un libro de 700 páginas sobre ellos, pero dudo mucho que esos que lleguen vayan a componer una canción como “Breakdown”.
Rose, Springsteen, Mellencamp, Vega… Siempre grandes personalidades. ¿Al rock se llega de forma casual?
Al rock se llega igual por deseo que por necesidad. Al rock se llega porque uno quiere, porque uno tiene el air guitar dentro, porque uno quiere cantar o porque uno quiere tocar, porque a uno el rock le llama. Es decir, el rock es muy poderoso, el rock es atractivo. Ya lo decía Loquillo en “Simpatía por los Stones”, con aquella frase “si eres buena nena/la otra vida te premiará; si eres malo nene/esta vida te sonreirá y verás: las buenas chicas prefieren chicos malos para soñar”. Por eso, por toda esa pompa, por la fama y el dinero y los fuegos artificiales y los guitarrazos, ahí está gente como Vince Neil poniéndose las botas. Y luego lo ves en los chavales, gente joven e influenciable: el rock es fascinante. A mí me atrajeron las personalidades de los rockeros pero después de la música, tengo que reconocer en que mi primer contacto visual con Bruce en “Tunnel of love” no apareció la fascinación por aquel tipo con aspecto de paleto, apoyado en un cadillac con una pajarita ridícula y cara de estar triste. Lo que me fascinó fue su forma de cantar, aquel sonido que para muchos ha envejecido tan mal y que a mí me sigue fascinando; luego en las cintas TDK grabadas era imposible ver ninguna personalidad porque era imposible ver nada más que títulos de canciones; sí, estaba el sonido, que era muy personal, y de nuevo, fascinante. La primera vez que me quedé embobado viendo el diseño de un disco (casete, en este caso) fue con “Appetite for destruction”. Yo tenía 13 años, y aquellas fotos… sí, definitivamente quería ser como ellos. Quería tener esas pintas. Nunca me vestí así, la verdad, pero ahí queda la intención. Y luego me apasionó el libreto y el diseño de “Ritual de lo Habitual” de Jane’s Addiction, parecía una feria de antigüedades pornográfica, sórdida y tribal. Eso era personalidad. Mellencamp fuma y bebe y aparece en televisión con la cara magullada, y eso se nota en sus canciones. Es un tipo que pide que le den de hostias para luego componer una canción donde de veras te va a contar cómo es sentirse abatido. Springsteen es universal, es un lugar común. Claro que tiene personalidad, pero yo creo que, como él mismo afirma, seguramente sus canciones son mucho mejores que él. Antonio Vega era un completo desastre y un músico fabuloso, y su personalidad es tan única, tan propia… No me queda más remedio que contestar a su pregunta con un “no del todo”: al rock se llega queriendo; se llega porque algo dentro de uno no está del todo bien; y se llega de rebote cuando sin darte cuenta cae un disco en tus manos que no esperabas, de un grupo que no conocías, un disco que escuchas porque te gusta su portada… ahí interviene la casualidad. El último disco que compré por casualidad, porque me gustó su portada, fue “Lost in the dream” de The War On Drugs, y fíjese… acerté de pleno.
¿Crees que alguien podrá llegar a escribir una crónica de la historia del rock que comience directamente en nuestros días?
Pues como te decía antes, ojalá sea así, aunque me extrañaría que estuviese repleta de cosas muy novedosas. A lo mejor alguien se pincha en escena… ah no, espera, que eso ya lo hizo Lou Reed, aunque fuese otra de sus mentirijillas. Hablando en serio, ojalá el rock siga dando de sí lo suficiente como para que haya muchos forajidos que den tantísimo que hablar a partir del año 2015. Tengo mis dudas sobre ello, pero sería sin duda lo deseable.
¿Qué periodistas musicales pueden ser sus referentes?
Periodistas en general, soy muy aficionado a Bill Simmons, que escribe fundamentalmente de deportes, sobre todo de baloncesto, aunque sus opiniones musicales son siempre puntiagudas, y leo a Chuck Klosterman, “Fargo Rock City” me parece un libro muy divertido e imprescindible. He leído a Stephen Davis, de quien me gusta sobre todo lo que ha escrito sobre Led Zeppelin y no tanto sobre Guns N’ Roses, aunque siempre los trata con respeto. Me gusta mucho la etapa de Popular 1 de los años 90, ahí escribía o yo tengo mitificados a unos cuantos redactores de aquella época que me hicieron pasar grandes momentos. Diego A. Manrique es un clásico y sabe de música lo que no está escrito. Fernando Navarro me parece un periodista excelente, su blog “La ruta americana” es altamente recomendable. Y todos los periodistas musicales amigos míos son referentes: son gente con mucho coraje, que escriben a corazón abierto, sin importarles el dinero, y que lo hacen por amor a la escritura.
Solo voy a decir una cosa: el otro día aproveché para ponerme el Blu-Ray de GnR 2.0 "Appetite For Democracy" (en directo desde Las Vegas)... en 3D. Con gafitas y toda la pesca. Recomendable. Yo le vi a Axl en esa gira. Pocas personas en el mundo pueden dar shows de ese calibre y de semejante duración.
ResponderEliminarEn efecto querido Boohan, y no digamos ya dar un show en condiciones, como este hombre era capaz de hacer no hace tanto. Sin ir más lejos, Rio de Janeiro 2001, Boston 2002, Rockpalast 2006, casi todo el tour en 2010... Las Vegas fue de lo peor, y aun así recomendable. Lástima que no haya sido posible una trayectoria más, digamos, normal.
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