BLACK MOUNTAIN Formaciones Rockosas



Parafraseando a algunos de los personajes más entrañables del universo de David Lynch, el rock es un mundo muy extraño. O, al menos, se ha convertido en algo muy extraño. Las formaciones de rock que ofrecen grandes trabajos viven en el submundo. Sin posibilidades de éxito masivo como ocurría en el pasado. Sin embargo, siguen surgiendo. Black Mountain lleva una década labrando una carrera fantástica que tristemente no los coloca en primera fila. El ARF y Mendizorroza serán el momento y el sitio adecuado.





Alguna vez en algún email he hecho referencia a Lemoa, BC. ¿British Columbia? Me han preguntado. No, Basque Country. Pues bien, en 2004, en Vancouver, British Columbia, se formó una de las bandas más interesantes del panorama rockero de la última y abstracta década. Black Mountain nació por y para esa escena de culto underground en la que se ha convertido el rock con guitarras, bases clásicas y alma exploradora. Porque Black Mountain es básicamente eso: amor y nostalgia por la era artesanal comprendida entre los sesenta y setenta pero también una clara apuesta por el futuro y por crear un discurso propio.


En 2004 cinco activistas del rock afincados en Vancouver, Canadá, arrancan con un nuevo proyecto llamado Black Mountain. Stephen McBean, Amber Webber, Matt Camirand, Jeremy Schmidt y Joshua Wells conforman la banda. "Cuando escribes tu primer disco no tienes presión. Tienes todo el tiempo del mundo. La eternidad es tuya", explica Stephen McBean. Su primer trabajo de estudio, homónimo, supuso una tarjeta de presentación ilusionante. Mostraba un respeto absoluto por la tradición clásica y pesada del rock de guitarras facturado en los sesenta y los setenta. Pero también había un importante hueco para un folk crugiente y levemente insano.

Un hueco que se ha mantenido en sus siguientes obras pese a que el rock duro y clásico le ha ido ganando la partida. De hecho, ya con su segunda obra, "In the Future" (2008), fueron un par de pasos más allá en el universo del riff tenso y profundo. Aparecían referencias más directas al dúo maestro compuesto por Led Zeppelin y Black Sabbath. Guiños cercanos al AOR o a los Pink Floyd de "Wish you Were Here". Eran momentos en los que los debús de The Mars Volta o Wolfmother eran las principales referencias rockeras. Momentos en los que las guitarras volvían a estar de moda aunque fuese de una forma excesivamente residual, nostálgica e, incluso, folclórica. En general, "In the Future" era un disco mucho más complicado y laberíntico que su primer álbum. Partiendo de un abanico de referencias similares Black Mountain se perdía en un tupido bosque de oscuridad y densidad. El fruto no podía ser más sabroso y en cierto modo comenzaba a cuadrar la evolución de la banda.

Su tercer disco, "Wilderness Heart" (2010), dejó de flirtear o de acercarse al hard rock británico de los primeros setenta para meterse de lleno en él, de cabeza, sin vergüenza ni complejo alguno. Porque en cierto modo, "Wilderness Heart" guarda muchas similitudes con "Houses of the Holy". Primero, por esa dualidad entre lo luminoso y lo oscuro. Una dualidad que siempre ha estado presente en el discurso de la banda pero que aquí destaca de una manera más radical. No en vano, el trabajo de producción se lo repartieron a medias entre Randall Dunn (Boris, Sunn O)))) y Dave Sardy (Oasis, Rolling Stones). Y segundo, porque como también ocurría en "Houses of the Holy", la banda seguía apostando fuerte tanto por permanecer fiel a sus raíces como por atacar el futuro con un discurso de su puño y letra. "Wilderness Heart" es un trabajo maravilloso lleno de referencias que harán que el oyente se sienta cómodo. Mucho menos abstracto y crudo que su predecesor, muestra a los Black Mountain más luminosos que se recuerdan. Aunque el nivel general del disco es notable y aunque el rock duro es el principal protagonista, cabe destacar "Sadie", una joya a medio camino entre el western épico y el folk británico vía Trees. Y es que McBean y los suyos nunca han ocultado su amor por el folk de bosque.

Dos años después de "Wilderness Heart" llegaba la banda sonora de "Year Zero"(2012), una película experimental que mezclaba imagenes de populares surfistas y estética post apocalíptica cercana a Mad Max. Ahí, con toneladas de metraje basado en el desierto, oleajes y rocas, Black Mountain y su rock de influencia lisérgica encajaban a la perfección. Al final, la obra es un cruce entre un grandes éxitos y una banda sonora al uso ya que recoge cinco temas de sus anteriores trabajos y material nuevo que sirve para hacerse una idea de donde estaban musicalmente los de Vancouver hace tres años. "Year Zero" es un buen trabajo que recuerda momentos estelares de la extraña carrera del quinteto canadiense y apunta hacia donde debería seguir creciendo y avanzando. No es un disco al uso pero es perfectamente disfrutable.

Ese fue su último lanzamiento si es que se puede entender como un lanzamiento. ¿Por qué van a girar el próximo verano? ¿Por qué vamos a verlos en nuestro querido ARF? Pues porque la banda aprovechará el décimo aniversario de su debú para reeditarlo bajo una presentación de lujo y ofrecer unas pocas fechas en directo por EEUU y Europa. Poco se sabe sobre música nueva.

Black Mountain son una de esas bandas de nombre esquivo para el gran público e incluso para el publico rockero menos obsesivo que pueden llegar a tener un momento importante en la historia del Azkena Rock Festival. Un quinteto que puede ofrecer recuerdos similares a los ofrecidos por Josh Rouse, My Morning Jacket en su primera actuación, Band Of Horses o The Soundtrack Of Our Lives. Con un discurso de culto pero rico e identificable. Con el equilibrio perfecto entre atmósfera/viaje y canción/melodía. Esperemos que el rumor que dice que habrá que elegir entre ellos o Lee Bains III & The Glory Fires no sea cierto. O incluso que se subsane. Aunque bueno, que los solapes sean el mayor de nuestros problemas en un Azkena.

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