MI indefinida HISTORIA SOBRE EL ROCK. CAPITULO 1: No es otra estúpida película yanqui
CAPÍTULO 1
No es otra estúpida película yanqui
No le hagas caso al título de este primer capítulo. Imagina que sí es otra estúpida peli yanqui. A poder ser, una de esas comedias que ocurren en un instituto, cerca de él o en las casas de los alumnos de cualquier instituto.
Del fundido en negro pasamos a autobuses que llegan a un edificio rodeado por vallas metálicas de dos metros de altura y puertas igualmente metálicas aunque claramente abiertas. No un bus de esos amarillos de las pelis yankees sino de los normales con el apellido del empresario de turno impreso en los laterales. De esos autobuses se bajan alegres estudiantes con pinta de haber dormido mal. No necesariamente bien peinados y no, no necesariamente alegres. Mientras contemplas sus ropas empiezas a sospechar que algo raro ocurre.
Ni el autobús es amarillo ni sus ropas son muy yankees ni se bajan del autobús haciéndose bromas con cara de ir de fiesta. Bueno, eso es porque es una película de época y estamos en octubre de 1991. De momento, créete eso que ya iré concretando verdades más adelante. ¿Qué le voy a hacer? Necesito el efectismo y el dramatismo pasteloso de las comedias estadounidenses para intentar recrear lo que yo recuerdo en mi cerebro. Esto ocurre básicamente porque yo soy fan de ese tipo de comedias y porque he interiorizado el catálogo de horteradas que definen el género.
Volvamos a la pantalla. Los chavales que se bajan del autobús se funden con otros que el montaje nos deja claro que vienen andando. Por lo tanto, hay gente que vive cerca y gente que vive lejos. Bien, este dato puede parecer estúpido. Y lo es. Pero como yo voy a ser el protagonista de esta película no yankee y como yo vivía a cinco kilómetros del instituto en el que cursé mis estudios de Bachiller Unificado Polivalente y Curso de Orientación Universitaria, resulta extremadamente necesario que el director haga hincapié en el dato.
Bueno, autobuses que llegan, chavales que se bajan, chavales que se funden con los chavales autóctonos y nuevos planos. Planos de pasillos, sin taquillas, planos de más caras de sueño, de alguna que otra sonrisa, de un estudiante encendiéndose un cigarro o directamente un porro y planos de un chaval que se acerca a otro y le da un disco compacto de, pongamos, Guns N’ Roses. A mí me gustaría que fuese el “Use Your Illusion II”. Acto y seguido una chica se acerca a un chico y le entrega una casete. Entonces el director hábilmente detiene la imagen para que todos veamos que lo que le está entregando es una compilación casera de baladas heavy metaleras titulada “Hard Love Ballads”.
Mientras se intercalan los créditos a ritmo del “Round and Round” de Ratt, se repite la jugada en varias ocasiones y vemos que una chica le pasa a otra chica el primer disco de Bon Jovi, un rudo alumno de COU le entrega a un imberbe alumno de primero una casete con Slayer por la cara a y Kreator por la cara b y, de repente, un alumno se acerca a otro y le da un vinilo del “Jaiotze Basatia”, de Su Ta Gar.
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